Tres proyectos a vista de pájaro :Aprendizaje-Servicio: Una brújula para orientar el talento, Roser Batlle

jul 16, 2018
Roser Batlle
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¿Sabes dónde está el río Corbones? Está en Andalucía y pasa por Marchena, una población de 20.000 habitantes. Los niños y niñas de dos escuelas públicas de Primaria, la escuela Juan XXIII y la escuela Padre Marchena están comprometidos en combatir la contaminación del río por el vertido de aceites domésticos.

Ya es una tradición en estas dos escuelas, en las cuales los niños y niñas estudian las causas de la contaminación, recogen aceite durante todo el año, aprenden a fabricar jabón con una fórmula tradicional y fabrican tanto, que destinan a causas solidarias el 90% de los más de 2000 kg de jabón anuales que consiguen.

¿Y sabes lo que es un CAR? Es un Centro de Acogida al Refugiado. Hay uno en Mislata, una población de 43.000 habitantes cerca de Valencia. Los chicos y chicas de 4º de la ESO del colegio Santa Creu cada año llevan a cabo una acción de apoyo al CAR vecino. ¡Ya se ha convertido en una tradición para el centro y para el CAR, un "maridaje" entre ambas instituciones!

La primera vez fue la elaboración de un documental sobre la situación de los refugiados para proyectarlo durante los actos del Día Mundial del Refugiado que organiza periódicamente el CAR. Para los alumnos podía haber sido sólo un trabajo de campo, un trabajo de investigación a disfrutar sólo en el aula. Pero los adolescentes quisieron que el CAR pudiera aprovecharlo y con ello ayudar a difundir su causa entre los vecinos de Mislata.

¿Como contribuir a que las escuelas infantiles cuenten con abundante material de juego de calidad? Éste fue el reto que se plantearon los chicos y chicas de la Unidad de Escolarización Externa del Centre Esclat, una entidad social que trabaja para completar y encauzar la formación de adolescentes con dificultades académicas y sociales.

Tienen una asignatura que se constituye como una auténtica empresa de carpintería y en ese marco, cada año aplican los conocimientos y habilidades del oficio a fabricar mobiliario de juego (cocinitas, bancos de música...) de altísima calidad para escuelas infantiles de L'Hospitalet de Llobregat, una ciudad de 260.000 habitantes.

Estos niños, niñas y jóvenes desarrollaron su talento aprendiendo ciencias, migraciones y refugio, carpintería, trabajo en equipo, habilidades sociales, compromiso cívico... todo ello con una finalidad social. ¿Quién da más? ¡Esto es el aprendizaje-servicio!.

¿Qué es el aprendizaje-servicio?

Algo tan simple como aprender haciendo un servicio a la comunidad. Aprovechando la clase de música para montar un concierto en la residencia de ancianos; la de matemáticas para organizar una campaña de captación de fondos para una causa solidaria; la de biología para una campaña de donación de sangre; la de educación física para estimular la motricidad de los niños y niñas discapacitados; la de ciencias sociales para apadrinar un monumento de la ciudad...

Por tanto, es un instrumento pedagógico, una herramienta para educar mejor. Sin embargo, no sólo es un recurso didáctico, ya que responde a una pregunta filosófica de calado más profundo: ¿cuál es la finalidad última de la educación?

Nuestra sociedad ha dado saltos de gigante en las últimas décadas. El desarrollo científico y tecnológico nos ha permitido controlar y desterrar enfermedades, multiplicar las comunicaciones, innovar los sistemas de producción, mejorar el acceso a la educación por parte de amplios sectores de la población... En permanente proceso de innovación, sentimos que debemos orientar la educación a un mundo acelerado, cultivar las competencias básicas y las inteligencias múltiples, la capacidad para adaptarse, para reinventarse y ser creativo, a riesgo de quedar marginados del progreso.

Frente a esta constatación, muchas voces claman por provocar cambios profundos en la educación y enterrar las rigideces y estrechez de miras de nuestro anticuado sistema educativo, alentador de la mediocridad, uniformador e inadaptado al siglo XXI. 

Por un lado, existe la percepción generalizada de que el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación debería servir para multiplicar las posibilidades de una formación personalizada, permanente, acelerada.

Por otro lado, se reivindica el cultivo del talento, de las habilidades personales, de la capacidad de aprender a aprender, de la innovación… frente a la memorización injustificada, el aprendizaje de datos inútiles, las rutinas desmotivadoras, la desconfianza hacia la creatividad.

Sin embargo la competencia personal, la iniciativa, la autonomía… se pueden orientar en cualquier dirección, la cuestión es hacia dónde. Porque todas estas habilidades pueden ser puestas eficazmente al servicio del exclusivo beneficio personal o al servicio del crecimiento económico puro y duro,  un modelo de desarrollo que, si bien ha generado riqueza, no ha sabido distribuirla, y se ha mostrado incapaz de superar los problemas básicos que atenazan a la humanidad: miseria, hambre, destrucción de los recursos naturales, violencia, explotación, abuso, corrupción, soledad...

Por ello, los discursos seductores del talento y la innovación a veces parecen sin  orientación, sin brújula que los llenen de sentido, que los trasciendan un poco. Talento, ¡claro que sí! Pero… ¿para llegar a dónde?

¡Necesitamos orientar el talento!. Porque... ¿acaso no eran competentes Goebbels, Madoff, Osama Bin Laden, los ejecutivos sin escrúpulos de Lehman Brothers...? ¿No poseían talento? ¿No eran creativos? ¿No eran buenos comunicadores? ¿No hubieran sacado buenas notas en las pruebas PISA? ¡Obviamente eran competentes! Y, obviamente también, esto no es suficiente.

Frecuentemente las reflexiones sobre el cambio que necesita la educación se quedan en la mitad del problema, porque fijan la atención en la obsolescencia -innegable- de la "maquinaria" (métodos, instrumentos, procedimientos) y no iluminan el para qué debería servir. Necesitamos faros que iluminen el camino, brújulas que orienten el talento.

Porque... ¿cuál es la finalidad de la educación en el siglo XXI? ¿Mejorar la competencia y el currículum individual para subirnos al progreso? ¿O fomentar los valores de justicia, igualdad, fraternidad, para poder superar los graves problemas que no supimos resolver en épocas pasadas?

La dicotomía debe poder resolverse. Debemos formar ciudadanos competentes no sólo para mejorar su currículum personal (que ya está bien) sino también para transformar el mundo y hacerlo más justo y habitable. Es decir, poner el talento al servicio de valores como la justicia, igualdad, fraternidad, a fin de superar los graves problemas que no supimos resolver en épocas pasadas.

No podemos renunciar ni a la competencia ni a la solidaridad, porque como dice la filósofa Adela Cortina, no vamos a construir sociedades más justas con ciudadanos mediocres. No hay que escoger entre éxito académico y compromiso social, porque no son, ni deben ser, antinomias irreconciliables. Hay que sumar ambos aspectos.

Y esta suma es la que ya aplican muchos centros educativos que quieren educar personas competentes, capaces de poner sus conocimientos y habilidades al servicio de los demás. Son centros que practican el aprendizaje-servicio, aportando una brújula al talento: orientan la excelencia, el talento y la creatividad hacia el compromiso social.

Haciéndolo de una manera práctica, ensuciándose las manos, los chicos y chicas adquieren conocimientos, ejercitan habilidades, fortalecen actitudes y valores... contribuyendo a mejorar alguna cosa en su entorno. Crecen en competencia al tiempo que se convierten en mejores ciudadanos.

En nuestro país existe una larga tradición de escuelas abiertas a la comunidad, que impulsan frecuentemente proyectos solidarios, de medio ambiente, de cooperación al desarrollo, de conservación del patrimonio... El ApS los pone en valor, al completar esa acción solidaria con el vínculo curricular.

El ApS les dice a los maestros: "No separes aprendizaje y acción solidaria: mete  la campaña de recolecta de alimentos en la clase de sociales, mete la plantación de árboles de naturales en la clase de ciencias, mete la narración de cuentos a los niños pequeños en la clase de lengua... Que tus alumnos y alumnas tengan la oportunidad de aprender siendo útiles a los demás".

Los proyectos de aprendizaje-servicio provocan cambios positivos en los estudiantes porque los chicos y chicas encuentran sentido a lo que estudian cuando aplican sus conocimientos y habilidades en una práctica solidaria. Andrew Furco, investigador americano, cruzó en el 2003 estudios de impacto educativo de las prácticas de aprendizaje-servicio, concluyendo que en todos ellos se detectaba notable mejora en los resultados académicos así como notable mejora en la convivencia en el aula.

A modo de conclusiones

Los niños, niñas y jóvenes no son los ciudadanos del mañana, sino ciudadanos activos del presente, capaces de provocar cambios positivos en el entorno. Desde muy pequeños pueden implicarse y participar en el bien común.

Hacer un servicio a la comunidad es un método de aprendizaje muy eficaz, porque los chicos y chicas se motivan y encuentran sentido a lo que estudian cuando lo aplican siendo útiles a los demás, resolviendo problemas que detectan en el entorno.

La finalidad de la educación es formar ciudadanos competentes, capaces de transformar el mundo... porque, sino, ¿para que sirve la educación?.

 

Roser Batlle

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