¿Cómo conseguir que los alumnos desmotivados se planteen retos y vayan a por ellos ?
Considerando la motivación como un proceso interno que nace de la necesidad y que impulsa ante un estimulo a actuar para alcanzar una meta.
El punto de partida es conocer a cada uno de nuestros alumnos. Solamente conociendo sus intereses, su trayectoria y sus expectativas nos acercaremos a su marco de referencia.
En muchos casos los alumnos que no responden adecuadamente al proceso de aprendizaje tienen circunstancias personales, familiares, académicas o carencia de habilidades que les impiden para progresar académica y personalmente. Suelen ser una o varias, las causas que originan su falta de interés y ausencia de metas. Por tanto si desconocemos estas circunstancias difícilmente podemos avanzar con estos alumnos.
Mediante una herramienta adecuada podremos recoger toda la información que necesitamos para la planificar del curso y las estrategias que desarrollaremos con cada grupo y también de forma individual con cada uno de nuestros alumnos.
Si analizamos el proceso de motivación y los factores que participan él, es necesario considerar la motivación del profesorado. Estamos ante un nuevo escenario que requiere un nuevo “rol” por parte del profesorado. Es fundamental que el profesor se sienta motivado ante el proceso de aprender de los alumnos, iniciando cada día con alegría y siendo optimista, amable, poniendo en juego todo su talento y descubriendo cada días nuevas facetas creativas , aprendiendo a ver las cosas desde distintas “perspectivas”
En el antiguo escenario el profesor tenía garantizados audiencia y obediencia, mientras que ahora tiene que ganarse el respeto y la actitud del alumnado , para ello necesita nuevas competencias profesionales.
Estas competencias incluyen aspectos habituales del aula como; observar atentamente, atraer su atención, escuchar , pactar, mediar , negociar , planificar , sancionar , respetar y hacerse respetar.
En este nuevo escenario, no se trata de hacer nuevas tareas, si no de realizarlas en mejores condiciones.
Estas competencias socioemocionales hace años eran recomendables para ser un “buen profesor”, pero hoy se han hecho necesarias para ser “profesor”. El profesor debe considerar como objetivo primero en su tarea docente, despertar la necesidad de aprender en los alumnos, dando sentido a su aprendizaje. Las actividades que se propongan precisan ser útiles y atractivas, favoreciendo el trabajo en equipo y cooperativo.
Si analizamos que es lo que provoca la aceptación de unos objetivos curriculares en el alumnado podremos observar que la primera causa que el alumno los acepte “como suyos”. Es primordial que los valore como necesarios, atractivos y alcanzables y que alcanzarlos le produzca satisfacción.
Aceptados los objetivos a conseguir por parte del alumnado, estos asumirán su responsabilidad y conseguiremos que participen en el proceso de aprendizaje. Una vez dentro del proceso la estrategia será que disfruten del proceso y no solo del resultado. Porque hay alumnos que deciden no realizar un esfuerzo para alcanzar los objetivos. Es probable que la respuesta radique en la evaluación que realiza con respecto al esfuerzo y el resultado que obtiene.
Es fundamental determinar en los criterios de evaluación y de calificación el valor que tendrá este proceso. La valoración del trabajo diario, y su actitud tienen que ser suficientemente atractivos para que en la evaluación del proceso la recompensa que obtienen merece la pena. Cuando en este proceso recibe recompensa, puede influir en su decisión de continuar esforzándose.
Otro de los aspectos fundamentales que incide en el proceso de aprendizaje es la relación con el alumnado. El aula es un lugar de encuentro y las coordenadas de la misma son: la responsabilidad, el entusiasmo, el trabajo y la organización.
En este escenario el alumnado debe sentirse apoyado, valorado y respetado. En la relación profesor- alumno estará presente el pensamiento positivo, la aportación de optimismo, la coherencia y la creatividad.
Otro factor que incide en la motivación es adecuar el momento de aprender.
¿En qué momento aprender? y ¿Qué aprender?. Es preciso crear y recoger diversos recursos y herramientas para utilizarlos en el momento preciso . Deben de estar disponibles para el momento en que surge su necesidad. Esto implica tener una herramienta que te permita realizar un seguimiento con cada grupo de todo lo se va empleando y los objetivos que ser pretenden alcanzar.
Hay que dar sentido y utilidad al aprendizaje cada día, cada hora, cada momento. Necesitamos muchos recursos didácticos que permitan aprender de formas diversas: materiales didácticos , dinámicas, videos, presentaciones, actividades cooperativas. Pero principalmente actividades que potencien el pensamiento divergente , no existiendo una sola respuesta correcta.
Este tipo de actividades permitirá desarrollar su talento y creatividad, resultando mucho más atractivo el proceso. Se sienten más capaces y encuentran su propia motivación, desapareciendo el temor al error, a la vez que se fortalece su autoestima y se acercan a “su elemento”.
Estamos ante la era de la información y la comunicación, por ello es importante trabajar empleando las diversas fuentes de información través de Internet y utilizando recursos audiovisuales cercanos a su conocimiento y experiencias desarrollaremos su capacidad de “aprender a aprender”.
Como última fase de este proceso, estableceremos un feedback que nos permita adecuar, y mejorar el proceso.
La motivación crea sinergias. “Un alumno motivado aprende más”, y un “alumno que aprende más se vuelve más motivado”.