Cómo hacer buenas preguntas
La pregunta tiene un gran poder transformador. Cuando preguntamos a nuestros alumnos, estamos diciendo que en ellos mismos puede estar la respuesta o la capacidad para encontrarla, es decir, preguntar convierte en protagonista a la persona, le digo que confío en ella, tal y como afirma Sonia González, consultora en transformación cultural y Codirectora del Programa de Transformación Educativa de la Universidad Francisco de Vitoria y la Fundación Botín.
En el aula, es fundamental la pregunta para lograr distintos objetivos como activar conocimientos previos, generar curiosidad sobre lo que vamos a explicar, comprobar si algún estudiante que vemos despistado nos sigue, promover la reflexión hasta llegar a una respuesta cerrada o, al contrario, generar el mayor número de aportaciones a través de preguntas abiertas o divergentes. Pero ¿cómo hacer buenas preguntas? Te compartimos algunos consejos:
- Deja un tiempo de espera suficiente para que no sólo los más rápidos puedan llegar a la respuesta correcta. Es clave dar orientaciones sobre qué hacer en el tiempo de espera: anotar sus pensamientos, releer los apuntes, etc.
- Divide las preguntas más grandes en otras más pequeñas para que el mayor número de estudiantes participen y razona con la clase en voz alta parafraseando las respuestas y conectando las intervenciones entre sí. Así, valoramos el desarrollo del alumnado y transmitimos que es importante escuchar a los demás e intentar comprenderlos.
- Ten altas expectativas sobre la calidad y profundidad de la respuesta que buscas y continúa razonando en voz alta y haciendo preguntas hasta lograrla.
- Necesitamos provocar el pensamiento de todo el alumnado. Para ello, puedes utilizar herramientas de asignación aleatoria, ruletas, palos de madera con los nombres... También, nombrar a un alumno que ves despistados para que no se quede descolgado (“cold calling”). Si es alguien que normalmente no participa, proponerle una pregunta fácil.
- Valorar las equivocaciones es clave, señalando cómo cada una es una oportunidad para que aprendan a pensar. Con un poco de habilidad y cuidado se puede transformar la respuesta vacilante de un estudiante en otra más clara, exacta y original. También podemos pedir a un compañero que lo ayude, siempre volviendo al primero para asegurarnos de que lo ha comprendido.
- Ten en cuenta que preguntas como “¿comprendido?” o “¿alguna duda?” no sirven para valorar el aprendizaje, pues van a provocar un asentimiento generalizado. Utiliza con frecuencia maneras sencillas y rápidas de evaluar el nivel de aprendizaje de cada alumno. Por ejemplo, un breve test o cuestionario individual.
- Realiza preguntas para desarrollar la metacognición de tu alumnado, es decir, que puedan reflexionar sobre lo que han aprendido, cómo lo han logrado, lo que les ha gustado y lo que mejorarían, etc. Este tipo de preguntas conseguirán que los aprendizajes sean más perdurables y transferibles a situaciones similares.