Comprender para acompañar: la misión del educador ante la inteligencia artificial

feb 24, 2025
Jorge Cerdio

Introducción

En la actualidad, la Inteligencia Artificial (IA) se ha convertido en una parte integral de nuestra vida cotidiana, operando de manera silenciosa en ámbitos tan diversos como la movilidad urbana y la comunicación digital. Su avance ha traído consigo tanto oportunidades como desafíos, especialmente en el campo educativo. Mientras que la IA puede optimizar tareas repetitivas y facilitar el acceso al conocimiento, también plantea riesgos como la desinformación y la deshumanización del aprendizaje. En este ensayo, argumentaremos que, si bien la IA es una herramienta poderosa, su implementación en la educación debe ser acompañada por un enfoque pedagógico consciente que priorice la interacción humana y el pensamiento crítico.

 

La inteligencia artificial en todos lados

Hoy en día, los programas de cómputo están tan integrados en nuestras vidas que resultan prácticamente invisibles. Al entrar y salir de un parquin, un sistema lee la matrícula del coche y descuenta automáticamente el saldo de nuestra cuenta bancaria a través de una aplicación. Es un ejemplo que encierra cientos de sistemas, programas de cómputo, lectores ópticos y comunicaciones.  En la jerga de las ciencias de la computación se diría que todo el trabajo lo hicieron agentes inteligentes; piezas de programación que interactúan entre sí. Un entusiasta de la tecnología afirmaría que vivimos rodeados de IA, interactuando con ella de forma inconsciente. Solo notamos su presencia cuando la buscamos activamente. Como cuando abres un nuevo diálogo en la página de ChatGPT o de Gemini y le dices: “Organiza un plan para este sábado con mi familia que incluya bocatas de jamón, una tirolina y que cueste menos de 15 euros por persona”. El caso del parquin y el conversador son ambos ejemplos -aunque con técnicas distintas- de IA.

¿Qué es lo inteligente en la inteligencia artificial?

 

Es importante no dejarnos llevar por la palabra 'inteligencia' al hablar de IA. IA es un tipo de programación de ordenadores que permite el registro de información, su procesamiento para devolver una acción, un curso de acción, previo análisis. A todo esto, podríamos llamarlo tomar una decisión, pero sería un error. Las máquinas no deciden, solo procesan información; no eligen, solo infieren a partir de opciones predefinidas; no deliberan, solo calculan datos basándose en algoritmos creados por humanos. Aunque en sus orígenes la IA tuvo como miras emular y crear una inteligencia comparable con la del humano, hoy en día los científicos de la computación no tienen esa aspiración. Como tampoco hoy en día los ingenieros en aeronáutica siguen dibujando pájaros (como Da Vinci) como método para diseñar aviones supersónicos.

 

Hoy en día, la etiqueta inteligente se usa con fines comerciales en todo: teléfonos, casas y automóviles. Sin embargo, un experto en ciencias de la computación no consideraría todas esas aplicaciones como verdadera IA. La inteligencia artificial lleva décadas en desarrollo y ha pasado de ser un campo experimental a una herramienta de uso cotidiano. Es crucial no confundir las aplicaciones comerciales con los avances científicos, ya que no todas las aplicaciones que se presentan como IA representan verdaderos avances en este campo.

Un ejemplo de lo que sí constituye una verdadera frontera de la IA es AlphaFold —que en 2024 recibió el Premio Nobel de Química—, capaz de predecir cómo diferentes estructuras químicas interactúan con objetivos biológicos, facilitando el descubrimiento de nuevos fármacos. De manera similar, la plataforma de BenevolentAI identificó en pocos meses un compuesto ya existente como posible tratamiento para la esclerosis lateral amiotrófica, un proceso que normalmente requeriría años de investigación.

Llamamos IA tanto a las aplicaciones informáticas que nos rodean y que se promocionan como inteligentes, así como a las innovaciones que amplían los límites del conocimiento científico, como el descubrimiento de nuevas moléculas. Esta distinción es crucial, porque si bien la IA está transformando muchos ámbitos, en educación debemos evitar caer en la trampa de etiquetar cualquier automatización como un verdadero avance educativo.

Del mismo modo, en el ámbito educativo, es fundamental diferenciar entre herramientas que simplemente optimizan tareas administrativas y aquellas que realmente aportan valor pedagógico. Mientras que algunas aplicaciones se limitan a organizar información, otras —como los tutores virtuales avanzados— pueden redefinir la forma en que los estudiantes interactúan con la información.

 

IA en la educación: oportunidades y desafíos

 

Habiendo definido qué es y qué no es la IA, ahora analizaremos sus oportunidades y desafíos en la educación, especialmente en la relación educativa.

Una gran oportunidad para la educación es el uso de la IA para las tareas repetitivas que consumen grandes cantidades de tiempo a los docentes. La IA puede ser usada para resumir texto, escribir plantillas de correo electrónico, generar pruebas de opción múltiple a partir de un texto. Estamos viendo cómo el uso de un procesador de textos junto con una IA ahorra el tiempo para generar tablas; o mandar un contenido a un PowerPoint. También se puede aprovechar la IA para organizar datos: como un damero de turnos para una actividad, o un cronograma para organizar un proyecto; ni qué decir de generar gráficos a partir de hojas de cálculo o incluso la creación de páginas web. Todas estas tareas pueden ser asumidas por la IA para que el docente concentre sus energías en acompañar de forma personalizada al alumno. El tiempo liberado puede aprovecharse para la interacción humana, así como para fomentar virtudes y actitudes que dan verdadero sentido al aprendizaje.

Pero la cantidad amplia y diversa de programas de IA es donde inicia nuestro primer desafío: comprender qué hace cada aplicación de IA, cuáles son sus limitaciones y dónde no deberíamos usarla, especialmente en el entorno educativo.

Los desafíos de la IA en la educación

 

Los conversadores de IA como ChatGPT, Gemini o Claude interactúan con nosotros frente a cualquier pregunta. Aquí un ejemplo real. “¿Cómo estuvo el clima en Tokio el pasado 6 de enero?” formulado a ChatGPT 4o mini, responde: “No dispongo de datos en tiempo real ni de pronósticos específicos para fechas pasadas o futuras”. El conversador se basa en un modelo grande de lenguaje (Large Language Model) que ha codificado cantidades inmensas de texto y selecciona la respuesta más probable a nuestra pregunta. El conversador no es una base de datos sobre el clima ni sobre eventos del mundo. Simplemente selecciona palabras con base en probabilidades para formar respuestas comprensibles.

¿Qué quiere decir esto para nosotros? Que no sería adecuado usar un conversador como fuente de información; pues incluso si se trata de una información de un texto que ya contiene el conversador la información puede no ser precisa; el conversador no garantiza la verdad de lo que nos contesta. Un riesgo educativo es convertir a la IA en la única fuente de conocimiento, sin un filtro crítico que evalúe la información. El exceso de datos puede desorientar si el alumno no desarrolla competencias como la indagación y la capacidad de reflexión. En el ámbito escolar, esto exige reconocer que la maduración cognitiva y afectiva de una persona no ocurre con un clic: requiere tiempo y acompañamiento para convertir la información en sabiduría.

En suma, frente a los conversadores, pero también frente a cualquier aplicación de IA, enfrentamos el desafío de entender sus capacidades para usarlos adecuadamente.

Pero incluso si nosotros comprendemos bien la naturaleza real de las aplicaciones de IA y entendemos sus limitaciones nos resta un desafío mayor: el mediar entre nuestros alumnos y esas aplicaciones de IA.  Debemos ser traductores e intérpretes de lo que la IA es y hace hacia nuestros alumnos para que no pierdan nunca de vista que se trata de herramientas, de artefactos, de programas de cómputo.

En no poco tiempo en los ambientes escolares empezaremos a ver asistentes o tutores virtuales que ayuden a los estudiantes con sus deberes, expliquen lecciones de geometría y sintaxis o les corrijan ensayos que presenten. El verdadero riesgo es que los alumnos más jóvenes y vulnerables desarrollen apego a los asistentes virtuales. Los asistentes no los miran (bien o mal) ni los juzgan; y parecen estar ahí para resolver sus dificultades con algún ejercicio o lectura; incluso pueden ser graciosos porque generan chistes. Es muy fácil para las personas perder de vista que la interacción no es con otra persona y que todo es, en realidad, un auto estímulo.

Las personas proyectamos personalidad humana hacia nuestras mascotas e incluso hacia algunos objetos con los que interactuamos. La diferencia es que estas aplicaciones de IA están programadas para darnos la sensación de que están en el mismo nivel que otra persona en sus interacciones.

El vínculo entre docente y alumno va más allá de la transmisión de contenidos. Esa relación se basa en aprender a convivir, a hacerse preguntas y a construir proyectos compartidos. La IA puede facilitar conectividad virtual y tutorías a distancia, pero no sustituye la presencia real de un profesor que escucha activamente y de un estudiante que siente el apoyo humano. Lo que sí hace la presencia de esos asistentes de IA es trasladarnos la apuesta por ser docentes que miran a nuestros alumnos desde una mirada posibilitadora —es decir, reconociendo sus fortalezas y su potencial de crecimiento—, con una escucha en profundidad y desde un amor hacia las personas que pasan por nuestras aulas.

 

Conclusión

En conclusión, la IA puede optimizar procesos educativos, pero no reemplaza la interacción humana. Como docentes, nuestra tarea es integrar la tecnología con discernimiento, priorizando siempre la relación humana en el aprendizaje. Por ello, los docentes debemos asumir un papel activo en la mediación y el uso ético de la IA en el aula.

Como educadores, no solo debemos integrar la IA con discernimiento, sino también formar a nuestros alumnos para que la utilicen de manera crítica y responsable. Solo así garantizaremos que la IA sea un medio para potenciar el pensamiento humano y no un sustituto de nuestra capacidad para aprender, cuestionar y crear.

 

Jorge Cerdio (jorge.cerdio@ufv.es) es director de Estudios de Grado y del College en la Facultad de Derecho, Empresa y Gobierno de la Universidad Francisco de Vitoria, experto del V Desafío de Educar hoy del Título Experto EESC para la Transformación Educativa.

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