Contagiar la creatividad

Por Carlos Luna. La siguiente nota habla sobre las condiciones básicas que todo educador debe tener para educar desde el contagio y el testimonio de un adulto creativo.
sep 13, 2013
Carlos Luna

Desde hace ya más de 10 años me dedico a fomentar el pensamiento creativo en organizaciones e instituciones educativas. En la mayoría de las sesiones que imparto siempre me hago la misma pregunta de fondo: ¿Qué modelo de personas soñamos para nuestros niños y jóvenes?

Plataforma para la Innovación en Educación

 

Estará de acuerdo conmigo que todos los docentes y padres buscamos lo mejor para nuestros alumnos e hijos, pero?¿nos atrevemos a asumir cambios en nuestra manera de pensar, afrontar realidades nuevas, o crear nuevos modelos de relación con nuestras situaciones cotidianas? Todavía no he encontrado a nadie que considere negativo y nocivo la creatividad como “concepto”, otra asunto sería estar dispuestos a asumir ciertos cambios radicales en nosotros mismos como docentes y educadores.

A menudo me encuentro con más de una persona que afirma con total determinación: “Yo no soy creativo”. Si usted es una de ellas, por favor, no continúe leyendo esta nota para saber como educar en creatividad a sus alumnos. Le sugiero por el contrario, que se de una oportunidad que quizás empezó a perder el primer día que le obligaron a “no salirse del marco” de la hoja donde tenía que pintar cuando era un niño; o el día que empezó a compararse con otros, diciéndose: “no soy creativo”. Empiece a reconocerse como un ser creativo en todo lo que hace.

Este es el primer paso que puede hacer por sus hijos. No olvidemos que en definitiva aprendemos por imitación.

Lo peor,-y lo mejor-, de todo es que no hay una persona que tenga más razón que uno mismo. Si usted en su credo personal elige tener la “sentencia”: “No soy creativo”, terminará creyéndose que realmente no es creativo, puesto que “no hay nadie que se conozca más y esté más en lo cierto que uno mismo”. Cada vez más la Psicología está más convencida del poder de nuestro lenguaje interior y de las imágenes que este lenguaje crea en nosotros elevándonos o sentenciándonos por completo. De la misma forma, si vivimos bajo esa “sentencia”, ¿de qué forma vamos a contagiar y alimentar ese talento creativo único en nuestros hijos?

A menudo nos empeñamos en calificar las ideas, y con ello nuestra dimensión creativa, comparando dichas ideas con una unidad de medida totalmente sesgada, subjetiva y sobre todo injusta hacia nosotros mismos poniendo como referencia ideas supremas, magníficas e ideales… Provocando así en nosotros un mensaje descalificador: “Wau!! a mí jamás se me hubiese ocurrido esa solución” y al instante esa “sentencia” lógico-racional: “luego por lo tanto no soy creativo”.

Y es que su creatividad es suya. Su forma de mirar, observar la realidad, imaginar, relacionar, admirar, asociar ideas, ilusionar(se)… forma parte de usted, y de su esencia, siendo ésta tan única como su ADN. Si lo que es único es imposible de medir, ¿por qué nos empeñamos en comparar nuestra creatividad con la de otros? (lo hacemos de igual forma con nuestros alumnos e hijos?).

La creatividad forma parte de la esencia humana. Me gusta decir que es una  facultad “espiritual” o inmaterial de nuestra naturaleza, y que por el mero hecho de ser seres humanos tenemos la potencialidad de ser creativos. No le pido que vuele, porque el volar está en la esencia del pájaro. Pero si creer para crear. Siendo ésta su primera elección para ser un educador creativo.

La segunda elección que le sugiero para contagiar la creatividad como educador es que aprenda a “desaprender”. Está demostrado que dos tercios de nuestras habilidades creativas proceden del aprendizaje para ello es importante 3 aspectos: entender la habilidad, practicarla y adquirir la confianza necesaria en uno mismo y en su capacidad para crear (aspectos a trabajar con nuestros hijos y alumnos).

El modelo en el que creo para integrarlo en la educación, empezando por nosotros mismos lo resumo en el siguiente esquema:

Esquema-Carlos Luna. Plataforma Botín para la Innovación en Educación

 

La capacidad de desafiar el status quo, y de asumir riesgos es el punto de partida de la persona creativa.

La primera habilidad conductual aprendible y ejercitable por nosotros y,- por nuestros alumnos-,es el cuestionamiento. Las preguntas tienen el potencial de cultivar las percepciones creativas. Cuestionar es un modo de vida para los  innovadores,  no es un ejercicio intelectual de moda. Ahora bien, enseñar a hacer preguntas es muy difícil si uno mismo no vive con esa actitud. ¿Por qué esto tiene que ser así? Si intentáramos esto, ¿qué ocurriría?, ¿por qué?, ¿por qué no?, ¿qué pasaría si…?, ¿cómo podría…?

¿Y si nuestros procesos de evaluación en la educación fueran por la capacidad de preguntar y no por la de responder?

La segunda habilidad a ejercitar es la observación. Enseñar a buscar conscientemente las sorpresas y anomalías de todo aquello que vemos y estamos en relación… porque éstas suelen estar perdidas cuando nuestras mentes, conforman lo que vemos para adaptarlo a nuestras creencias preexistentes.

Las consultoras de innovación más prestigiosas trabajan para generar soluciones básicamente con dos preguntas mientras observan con profundidad la realidad: ¿Qué es lo más sorprendente? ¿En qué se diferencia de lo que esperabas? La cuestión es: ¿Podría ejercitarlo ahora mismo? ¿Podría probarlo en su labor de educador? Yo creo que sí.

La tercera habilidad a desarrollar es la capacidad de conectar y entablar relaciones con otros. Ya lo decía Einstein: “Lo que hace una persona por cuenta propia, sin ser estimulada por los pensamientos y la experiencia de los demás es, en el mejor de los casos, bastante pobre y aburrido”. Atreverse a exponerse a otros, compartir visiones, miradas, preguntas, es un rasgo de las personas innovadoras? Si somos personas que solo nos relacionamos con “los nuestros”, en nuestros ámbitos, si no cambiamos de canal, periódico, zona de confort, ¿cómo vamos a estimular y gestionar la diversidad del aula de hoy?

Por último, desarrollar nuestra capacidad de experimentar y probar. Entendiéndose experimentar a:

Cambiar de lugar: ¿Qué “copiaría de esta otra disciplina”?; aprender una nueva habilidad; desmontar procesos, productos e imaginarnos como fueron construidos?

Si empezamos a ser “contagiadores” de estas habilidades en nuestros alumnos e hijos, quizás logremos forjar modelos de personas que sean capaces de liderar la sociedad creando soluciones innovadoras para hacer una vida más digna, plena, y justa para todos.

 

 

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