Culturas creativas sin excusas

abr 14, 2016
Ignacio Martín Maruri

Esto mismo pasa en muchas organizaciones con respecto a la creatividad y la innovación. Las empresas que para empezar a desarrollar una estrategia de innovación se gastan mucho dinero en herramientas, instalaciones, procesos y técnicas creativas, son en general las que luego menos innovan. He trabajado con dos empresas y un colegio, que habían invertido auténticas fortunas en salas multicolores, habilitadas con mesas desplazables para el trabajo en grupo, con paneles móviles, espacios compartidos, pantallas multimedia táctiles y todo tipo de tecnología de vanguardia. Pero a la hora de la verdad estas organizaciones tenían serios problemas para generar innovación. No digo que toda esa inversión no tuviera valor, pero al igual que en el deporte, son las piernas y no las zapatillas las que te hacen correr. De hecho muchos de los maratonianos africanos que ganan casi todas las carreras internacionales, durante su infancia corrieron descalzos, pero disfrutando de ello.

La innovación surge de la creatividad y esta necesita un clima propicio: un clima de libertad, de disfrute, de aceptación del riesgo, de colaboración, de diálogos honestos y generativos, de aceptación del error y aprendizaje del fracaso. Y estos climas creativos sólo se dan en culturas abiertas a generar estos climas proclives a la innovación. Es decir culturas que aceptan el juicio propio de las personas y no generan dependencia de la autoridad, que construyen confianza de forma consciente e intencionada, donde se comparte un propósito común y a partir de él la responsabilidad por la organización, como base de la colaboración y la generación de sinergias, donde se aprende del error y no cuesta hablar de los temas difíciles por que se saben manejar. En estas culturas sí pueden surgir espacios de experimentación que permitan el desarrollo de la creatividad. Es por tanto la cultura la base fundamental que promueve la creatividad.

Pero crear estas culturas no es fácil. Una cultura no se puede decretar, debe ser construida y compartida por todos. Debe estar instalada en la mentalidad y el actuar de todos. Sin embargo, dicho esto, el rol de la autoridad, sea el jefe, el directivo o el profesor sí tiene una importancia crítica para que se promueva y se vaya construyendo una cultura proclive a la creatividad y la innovación. Las personas con poder deben revisar su forma de ejercer la autoridad si es que realmente quieren promover la creatividad. En lugar de una autoridad directiva, que siempre tiene las cosas claras, se necesitan de autoridades que hagan preguntas, acepten y verbalicen sus dudas; que en lugar de buscar exclusivamente la eficiencia y la respuesta rápida, permitan espacios para la reflexión, la indagación y la experimentación; y por tanto, que en lugar de penalizar el error, sean capaces de generar aprendizaje de ellos; autoridades que en lugar de presionar a  los demás para que hagan las cosas a su manera, sean capaces de promover el empoderamiento y la corresponsabilidad; que sean cercanos y personales en lugar de distantes y graves; autoridades que en lugar de estar simplemente  preocupados por el control, se centren en promover el progreso y el desarrollo. Sin este cambio  en quienes ejercen algún rol de autoridad, es muy difícil que se desarrolle una cultura verdaderamente creativa y sin ello las grandes declaraciones e inversiones para promover la creatividad y la innovación  quedarán probablemente en esfuerzos baldíos.

 

Ignacio Martín Maruri

Consultor en CLA y profesor en la Universidad Adolfo Ibáñez

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