Educación emocional: la pieza que falta
Una misión importante de los colegios reside en enseñar a los alumnos a dominar materias esenciales como la lectura, la escritura, las matemáticas y las ciencias. No obstante, además de estas habilidades académicas básicas, la mayoría de los educadores, padres y madres, alumnos y el público en general, apoyan el establecimiento de un programa educativo más amplio, un programa que incluya la estimulación en los alumnos de competencias sociales y emocionales, ética y responsabilidad social (Rose y Gallop, 2000).
Los colegios han sido calificados como entornos que pueden desempeñar un papel determinante a la hora de fomentar el desarrollo positivo de los niños, y recientemente han sido considerados como uno de los principales ámbitos de actuación en la promoción del aprendizaje de competencias sociales y en la prevención de comportamientos insanos (Durlak y Wells, 1997; Weissberg y Greenberg, 1998; Zins, Bloodworth, Weissberg, y Walberg, 2004).
Argumentos a favor de la estimulación de las competencias emocionales y sociales de los niños en el entorno escolar
En todos los países del mundo se ha situado prioritaria la necesidad de cubrir las necesidades sociales, emocionales y mentales de los niños (UNICEF, 2007; Organización Mundial de la Salud, 2003). Los informes epidemiológicos ponen de relieve el aumento de trastornos de la salud mental en la infancia, ya que uno de cada cinco niños y adolescentes sufren trastornos psicológicos cuya gravedad justifica la intervención de los servicios de salud mental (Romano, Tremblay, Vitaro, Zoccolillo y Pagani, 2001). Sin embargo, menos del 15% de los menores que necesitan ayuda reciben la atención que necesitan (National Advisory Mental Health Council, 1990), y aquellos que sí la reciben, lo hacen a través de los colegios (Rones y Hoagwood, 2000).
Los programas escolares de prevención han sido considerados como una herramienta rentable y eficaz para la estimulación del desarrollo positivo de los alumnos, así como para la prevención de una trayectoria ascendente de agresividad y trastornos de salud mental. Impulsados por las pruebas que demuestran que los planes de estudios basados en datos empíricos pueden evitar el desencadenamiento de conductas problemáticas y problemas emocionales (véase Durlak, Weissberg, Dymnicki, Taylor y Schellinger, en prensa), muchos colegios, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, han intensificado sus esfuerzos por incluir programas de estimulación de las competencias emocionales y sociales de los alumnos, puesto que se ha demostrado que éstas reducen o disminuyen los riesgos, fomentan el desarrollo infantil positivo y evitan problemas en el desarrollo infantil.
Aprendizaje emocional y social (SEL)
El aprendizaje emocional y social o SEL es el proceso mediante el cual se adquieren competencias para reconocer y manejar emociones, demostrar interés y preocupación por los demás, entablar relaciones positivas, tomar decisiones responsables y afrontar los desafíos con eficacia (Greenberg et al., 2003). En resumen, las competencias del SEL engloban las habilidades fundamentales requeridas para la práctica de conductas saludables, la adopción de una actitud cívica y el logro del éxito académico.
El movimiento SEL es considerado en ocasiones como ?la pieza que falta?, ya que representa una parte de la educación que está íntimamente ligada al éxito escolar y, sin embargo, hasta hace poco no se le ha prestado mucha atención ni se ha hecho referencia expresa al mismo. La buena noticia es que, a través de la práctica y de entornos protectores y estimuladores, es posible fomentar la adquisición de estas habilidades (Elias et al., 1997; Greenberg, 2010).
Además, el movimiento SEL refuerza los enfoques de aprendizaje activo, en cuya virtud puede generalizarse la adquisición de estas habilidades en todos los ámbitos y contextos curriculares, siempre que se ofrezca la posibilidad de practicar habilidades que fomenten las actitudes, las conductas y los procesos de pensamiento positivos. Las investigaciones dejan claramente patente el papel fundamental del SEL en la estimulación del desarrollo saludable y del éxito académico de todos los estudiantes. Asimismo, demuestran que el SEL reduce las conductas problemáticas y el estrés emocional que interfiere en el aprendizaje y el desarrollo de algunos alumnos. Además, los trabajos de investigación indican que los programas SEL incrementan significativamente las calificaciones, al tiempo que reducen los niveles de estrés emocional, los trastornos conductuales, y el consumo de alcohol, tabaco u otras drogas.
Empatía, altruismo y conducta prosocial
¿Tienen los niños capacidad de empatía y altruismo y capacidad para actuar movidos por fines altruistas y no egoístas? ¿Cómo se desarrollan la empatía y el altruismo en la infancia y la adolescencia y con qué herramientas pueden contar los profesores y las familias para cultivar dichas cualidades positivas y guiar a los menores por un sendero que los lleve a desarrollar su potencial personal y humano?
Los hallazgos de Warneken y Tomasello (2009) y de otros compañeros parecen apoyar la afirmación de que los niños nacen altruistas y, a medida que se desarrollan, existen factores, tanto en el propio individuo como en su entorno, que pueden hacer que los niños se socialicen distanciados del altruismo. Por consiguiente, es necesario que los padres, los educadores y la comunidad en general, adoptemos medidas intencionales para crear entornos de apoyo y protección que permitan que florezca y prospere esta tendencia natural de los niños a ser altruistas.
Compasión en acción: el programa Raíces de la empatía (RE)
El programa Raíces de la empatía es un programa universal de estimulación escolar de competencias emocionales y sociales para alumnos con edades comprendidas entre los 4 y los 14 años de edad aproximadamente. El programa fue inicialmente puesto a prueba en dos aulas de Toronto en 1996. Desde entonces, se ha expandido y aplicado a miles de niños de todo Canadá y del mundo entero. El programa fue creado por la profesora y autora Mary Gordon (Gordon, 2009) y se aplica en Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda, la Isla de Man, Irlanda del Norte, la República de Irlanda y Escocia. Los principales objetivos del programa RE consisten en:
- Desarrollar la comprensión emocional y social de los niños.
- Promover las conductas prosociales y disminuir el comportamiento agresivo en los niños.
- Y aumentar el conocimiento de los niños sobre el desarrollo infantil y las prácticas parentales efectivas.
Además, el modelo teórico RE parte de la premisa de que ?las emociones constituyen el nexo de causalidad de la empatía y las conductas prosociales? (Izard, Fine, Mostow, Trentacosta y Campbell, 2002, p. 761). Tal y como apunta Izard (2002), ?Aunque la excitación de cualquier emoción negativa podría proporcionar la base de un sólido aprendizaje, en las intervenciones de prevención resulta crucial inducir y utilizar emociones relacionadas con la empatía, la simpatía y las conductas prosociales? (p. 801). La empatía, en concreto, es considerada el núcleo del programa RE, dado su papel central en la personalidad moral. De hecho, tal y como se ha apuntado anteriormente, la empatía ha sido considerada como uno de los rasgos más esenciales de la personalidad, ya que no sólo lleva a los individuos a deponer actitudes agresivas, sino que la capacidad de empatizar está positivamente relacionada con el desarrollo de relaciones sociales positivas y de conductas prosociales (Eisenberg y Miller, 1987).
"Ninguna sociedad puede mantenerse durante mucho tiempo si sus miembros no han adquirido las sensibilidades, las motivaciones y las habilidades necesarias para ayudar y cuidar a otros seres humanos."
Urie Bronfenbrenner (2005, p. 14)
Kimberly A. Schonert-Reichl
Experta colaboradora de la Fundación Botín
Universidad de British Columbia
Leer o descargar “De la neurona a la felicidad. Diez propuestas desde la Inteligencia Emocional”.