Educar desde la alegría y el buen humor

La alegría y el buen humor se eligen, se cultivan y se educan.
Begoña Garcia Larrauri
Begoña Garcia Larrauri
jun 9, 2017
Begoña García Larrauri

¿Cuál es el clima mental en el aula para el aprendizaje óptimo?

El clima es resultado de la interrelación entre diversos elementos: la temperatura, presión atmosférica, viento, humedad y precipitación y de ella surgen diversos tipos de clima, el clima cálido, templado, frío, polar, clima desértico y clima de montaña. De igual modo, el clima emocional del aula está compuesto por tres variables (Casassus, 2007), el tipo de vínculo entre docente y alumno, el tipo de vínculo entre los alumnos y el clima que emerge de esta doble vinculación. El clima de aula  puede variar de un extremo cálido a otro frío y árido. Empleando un acrónimo para la palabra cálido podríamos decir que ese clima se caracteriza por las  seis cualidades que se citan en la diapositiva de la derecha.

Lo que queremos decir en definitiva,  es que el  clima mental para el aprendizaje óptimo conlleva confianza, alegría, optimismo, espontaneidad y entusiasmo.

La diferencia de logros entre un o una docente y otra (conociendo por igual la/s materia/s en ambos casos), no está en la técnica que utilice, sino en los climas emocionales, en los tipos de interacciones que se llevan a cabo en sus aulas.

La alegría y el buen humor se eligen, se cultivan y se educan.

La risa significa alegría y felicidad, es universal, se da en todas las culturas y épocas. Cuando la risa es compartida tiene un gran poder de “pegamento”. Nos une, energiza y vitaliza.

Si bien todas las emociones son necesarias, las  emociones positivas como el  optimismo, la alegría y el humor son importantes por la contribución que tienen al crecimiento: los juicios son más benevolentes sobre uno mismo y los demás, se recuerdan más fácilmente cosas buenas, se generan formas de pensamiento más flexibles, se tiende a ser más creativo más imaginativo, se tienen menos dudas y se tarda menos en tomar decisiones (Avia y Vázquez, 2011).

Por otro lado, hay estudiantes que quizás fuera del aula no tengan la oportunidad de experimentar emociones positivas en sus vidas y ello puede serles clave para su presente y para contribuir a la resiliencia en el futuro.

Por todo ello es necesario crear las condiciones para que el aula sea un espacio de relax, confianza y alegría.

Educar desde la alegría y el humor no busca solo la risa o la alegría del momento, sino que queremos reír,  estar alegres y felices a pesar de las dificultades y eso, en cualquier etapa de la vida porque vivir en armonía no significa vivir sin conflictos, sino saberlos resolver adecuadamente.

Crecer es más sencillo si las amenazas se reducen. Por ello es necesario aprender habilidades para la vida apropiadas a su nivel de desarrollo. ¿Qué habilidades necesitan los niños para estar felices,  alegres y con buen humor de forma permanente?: cooperación, asertividad, destrezas de comunicación, habilidades para resolver problemas y tomar decisiones, manejo sano del  estrés y todo ello manteniendo la alegría de vivir y el sentido del humor. Estas habilidades y características tan importantes como las matemáticas, la lectura o la ciencia

 

¿Cómo puede contribuir la escuela (también la familia y la comunidad) a educar en la alegría y el buen humor?

Los alumnos alegres y positivos necesitan de profesores y profesoras  alegres, positivas y competentes y esto es igualmente valido para los padres y madres. La actitud es la clave porque,

  • El profesor es la llave que puede abrir o cerrar la mente de un alumno y con ello sus  oportunidades. Los profesores pueden motivar a los alumnos o quitarles las ganas de estudiar, hacer que se sientan bien o mal consigo mismos. Cuando estamos delante de una clase tenemos un gran poder. La responsabilidad es grande. Todo lo que somos y lo que pensamos se lo transmitimos de alguna manera a los alumnos
  • Los profesores/as han de ser MODELOS POSITIVOS. El 90/95% del aprendizaje se realiza por imitación, los profesores pueden llegar a estar cinco horas al día con los alumnos. Sus opiniones y actitudes son tan importantes como las materias que enseñan.
  • Los profesores/as han de ser OPTIMISTAS porque el profesorado optimista tiene confianza en la capacidad de los alumnos para hacer las cosas bien. Su actitud optimista se refleja en las expectativas de éxito y en las actividades que programan. Los profesores optimistas ponen mucho entusiasmo y motivan a sus alumnos con su actitud apasionada. Se centran en los puntos fuertes del alumno y se los  hacen ver (lo cual no implica pasar por alto las conductas de riesgo o problema). Se trata más bien de equilibrar las cosas para que el alumno perciba retroalimentación  sobre sus puntos fuertes en la misma medida que sobre sus problemas. Tenemos que tener en cuenta que las fortalezas de un alumno son las  que lo harán pasar de una conducta de riesgo a la resiliencia. Esta característica aparece con reiteración en la bibliógrafa sobre resiliencia y éxito académico. Expectativas elevadas y realistas son factores de motivación. Los profesores optimistas enseñan a asumir la responsabilidad, a saber la importancia que tiene su comportamiento en que las cosas vayan bien, convierten experiencias desagradables en positivas.

Algunas claves para trabajar en el aula desde la alegría y el buen humor

Después de lo dicho, hay que asegurarse de que en el aula  haya más experiencias positivas que negativas. De ahí que proponemos un programa completo para favorecer el buen humor, la alegría y el pensamiento optimista (García-Larrauri, 2010) y para ello hemos de ser consciente de la importancia que tiene dedicar tiempo necesario a todo ello: tiempo para  reflexionar y dialogar sobre todo aquello que nos produce sentimientos positivos y negativos; tiempo para reír, para pensar, celebrar, descansar, etc.

Para generar un ambiente de humor positivo y de afecto en el grupo proponemos cuarenta y dos actividades que suponen un guiño para empezar bien el día o bien para crear momentos de placer diario: un piropo, un masaje para relajarse, presentarse de diferente forma, saludarse con humor, bailar, cantar en grupo, comenzar la jornada contando un chiste, etc. todo ello  promueve empezar  con alegría y buena disposición (cada día le toca a uno dirigirlo y con ello se consigue perder su miedo a hablar en público y/o mejorar su expresión verbal y corporal).

Todas estas propuestas  son intencionadas, planificadas por el profesorado para practicarlas y variarlas en función de la trayectoria del  grupo. Van dirigidas a construir  un espacio donde no importe confundirse y reconocerlo, donde  poder expresar qué necesitamos o cómo nos sentimos.
 

Objetivos  importantes son superar inhibiciones, evitar  el sentido del ridículo y la vergüenza que tanto nos limitan. En muchas ocasiones el estrés de un alumno/a proviene del temor al ridículo al exponerse ante los demás, preguntando sobre algo que no entiende o teniendo que hablar ante el grupo, etc.

Sin embargo practicar la habilidad de hablar en público –sobre sí mismo o sobre un tema-,  es básico para la vida. Tenemos que lograr ambientes de seguridad donde poder moldear una conducta que suele generar estrés en los estudiantes.

Otro grupo de propuestas (en número de veinticinco) tienen como objetivo hacer del aprendizaje una actividad que se disfrute y no una obligación (García-Larrauri, 2010).

Como señala Francisco Mora (2013), lo que hace la neuroeducación es trasladar la información de cómo funciona el cerebro a la mejora de los procesos de aprendizaje. En este sentido, sabemos que nadie puede aprender nada si no le motiva. Es necesario despertar la curiosidad, que es el mecanismo cerebral capaz de detectar lo diferente en la monotonía diaria. Se presta atención a aquello que sobresale. Por eso hay que encender una emoción en el alumno, que es la base más importante sobre la que se sustentan los procesos de aprendizaje y memoria. Las emociones sirven para almacenar y recordar de una forma más efectiva. 

Así, para despertar la curiosidad debiéramos:

  • Comenzar una clase con algún elemento provocador, una frase, una canción  o una imagen que resulten chocantes.
    Incluir el humor en la programación de los contenidos, en las explicaciones y en los exámenes, introduciendo  juegos para explicar contenidos, representaciones teatrales hechas por los estudiantes, etc.
  • Utilizar humor gráfico a través de  Ilustraciones, fotografías, viñetas, etc., que se pueden integrar de manera oportuna en apuntes, presentaciones en PowerPoint y demás materiales didácticos. Estimular su uso en los trabajos que pedimos a los estudiantes.
  • Empezar las clases con un chiste, una historia o anécdota personal divertida (bien contada por el profesor@ o bien con la participación del alumnado). Como señala Hurren (2006) cuando el profesorado comparte este tipo de historias personales, favorece la atención del alumnado (lo cual les lleva a recordar y aprender más), y también se favorece la visión del profesor@ como un ser más humano lo que facilitará una relación más cercana a él.
  • Hacer descansos breves con un toque de  humor cada 15 minutos. Como afirma Hurren (op. cit.) y con base en nuestras propias investigaciones (Liébana, 2015), esto aumenta los niveles atencionales y hace que los estudiantes tengan la conciencia de haber aprendido más, lo cual  se refleja en un mejor rendimiento.

Por último otro grupo de propuestas (en número de quince) se dirigen a favorecer el pensamiento optimista y resiliente en los estudiantes.  

En este sentido van, desde  aprender a desmitificar  la gravedad de las confusiones o de los errores (algo que ha de empezar por dar ejemplo el propio profesor/a con su conducta),  aumentar la confianza en nosotros/as mismas, gestionar adecuadamente las emociones (aprendiendo de los errores, afrontando los contratiempos de forma más positiva o disfrutando de las cosas buenas que nos proporciona la vida), y ayudando a no ser catastrofistas enseñando a debatir ideas o creencias negativas. Supone, asimismo por parte del profesorado, ofrecer oportunidades a sus estudiantes de expresar sus talentos y tomar conciencia de ellos. 

Dejamos para finalizar unas pautas sobre el buen uso del humor en clase:

 

Referencias bibliográficas

Arguis, R., Bolsas, A.P. Hernández, S. Y Salvador, M.M. (2010). Programa aulas felices”. Psicología positiva aplicada a la educación. Disponible en Internet: http://catedu.es/psicologiapositiva.
Avia, D. y Vázquez, C. (2011). Optimismo inteligente. Psicología de las emociones positivas. Madrid: Alianza. 2º edición revisada y actualizada.
Casassus, Juan (2007). La educación del ser emocional. Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 2º edic. 2012  
Tamblyn, Doni (2006). Reír y aprender. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Flores, V., García-Larrauri, B. y Liébana, C. (2009). Comunicación.  El sentido del humor en el aula: reír y aprender en un ambiente positivo. II Congreso Internacional de Inteligencia Emocional. Santander. 16- 18 septiembre 2009.
Flores, V. García-Larrauri, B. y Liébana, C (2011). Comunicación. Lectoescritura: estrategias para trabajarla de manera divertida y creativa. VI Congreso Internacional de Psicología y Educación y III Congreso Nacional de Psicología de la Educación. Valladolid 30 y 31 de marzo, 1 de abril 2011.
García Larrauri, B. (2006). Programa para mejorar el sentido el humor. Madrid: Pirámide.
García Larrauri, B. (2010). (Dir.). Claves para aprender en un ambiente positivo y divertido. Madrid: Pirámide.
García-Larrauri, B. (2010), Una propuesta para favorecer el pensamiento optimista, ponencia en I Congreso Europeo de Resiliencia, 20 al 22 de octubre, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona.
Hurren, B. L. (2006). Humor in school is serious business. International Journal of Learning, 12, 79-83.
Liébana, Cristina (2015). El sentido del humor en el aula: diseño, aplicación y evaluación de un programa de intervención. Tesis Doctoral. Universidad de Valladolid. Departamento de Psicología.
Mora; F. (2013). Neuroeducación. Solo se puede aprender aquello que se ama. Madrid: Alianza editorial. (9ª reimpresión, 2017).
Oppliger, P. A. (2003). Humor and learning. In J. Bryant, D. Roskos-Ewoldsen y J.R. Cantor (Eds.), Communication and emotion: essays in honor of Dolf Zillmann. Mahwah, NJ: Lawrence Erlbaum Associates.
Rosler. Roberto (2015). Sin Neurotransmisores felices no hay aprendizaje http://neurociencias.fullblog.com.ar/sin-neurotransmisores-felices-no-hay-aprendizaje.html
Seligman, M. (2004). Aprenda optimismo. Barcelona: DeBolsillo (edic. orig.,1990).
 

Begoña García Larrauri

Doctora en Psicología, profesora y conferenciante

Este artículo forma parte del Ciclo de conferencias "La eduación que queremos...".

 

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