Neurociencia aplicada a la educación:El arte de educar a nuestros hijos, Rosa Casafont

sep 9, 2020
Rosa Casafont

Ningún investigador serio puede negar determinados aspectos del “SER”. Thomas Metzinguer

 

Para ejercer el arte de educar a nuestros hijos debemos educarnos para educar, y gracias a los conocimientos que nos aporta la neurociencia, podemos dirigir este proceso, descubrir dónde tenemos la oportunidad, cuál es la dirección, el punto de partida y el camino que debemos recorrer para conseguir el objetivo principal, que tenemos como padres. Haremos que lo difícil sea fácil para cumplir con esa responsabilidad transformada en ARTE. 

Nuestro objetivo, dirección, punto de partida y camino

Rosa casafont
Rosa casafont

El objetivo “cúspide” del proceso de crecimiento de nuestros hijos, es su libertad. Poder ayudarles a crear una vida con sentido y saludable. Con capacidades, habilidades, competencias, valores y que su actitud esté predispuesta a esta creación. Nuestra labor será acompañar este desarrollo estimulando su interés y motivación para descubrir, adquirir y utilizar el conocimiento. La dirección que debemos tomar es única si pretendemos que sea la adecuada: de dentro a afuera. Debemos educarnos en valores para influir el valor en nuestros hijos.

Partir del autoconocimiento en el proceso educativo, nos empodera y permite que descubramos nuestras potencialidades y límites. Veremos pues la capacidad de nuestra mente y su potencial, descubriremos estructuras, funciones y algunos sistemas implicados en nuestro desarrollo. Sabremos qué evitar y qué hacer para construirnos y favorecer el crecimiento saludable y por último veremos cómo hacerlo fácil para que aflore el máximo potencial.

Nuestra mente es capaz

Cambiamos con cada experiencia. Cambia nuestro cuerpo, nuestro cerebro y nuestra mente. Y estos cambios se relacionan con nuestro bienestar, o no; con la salud o la enfermedad, con nuestro mundo emocional, con nuestro aprendizaje, con la toma de decisiones, con nuestras capacidades, habilidades, actitud de
afrontamiento… Podríamos deducir que la capacidad de cambio supone una oportunidad para nosotros, pero ¡NO siempre!

Nuestro cerebro es un órgano social, complejo y cambiante. Es un órgano que toma decisiones y que su finalidad es pasar a la acción. Algunas de sus estructuras tienen capacidad de cambio con cada experiencia y esta capacidad puede ser oportunidad saludable o todo lo contrario, en función de las  relaciones que establecemos y de las experiencias e influencia de nuestro entorno.

¿Entrenarse, qué reflejo supone en nuestras estructuras cerebrales? Supone dar habilidad a circuitos que posibilitan pensamientos, sentimientos y comportamientos. Supone consolidar circuitos de capacidad que sustentan todas las funciones mentales. Por tanto aprendemos, incorporamos, automatizamos hábitos y cambiamos. Pero esto no lo descubrimos ahora ¿verdad? Sabemos que tenemos la capacidad de aprender y memorizar un texto, recordar una película, la lectura de una novela, nuestra historia… Sin embargo, somos reticentes a pensar que este proceso es posible cuando el aprendizaje o el cambio implican a nuestro pensamiento, sentimiento o comportamiento. Somos reticentes a creer que tengamos la posibilidad de desaprender conductas y aprender otras más adaptativas cuando nuestro carácter ya está formado. Estamos en lo cierto si pensamos que puede ser más complicado. Ahora bien, ¿realmente este cambio es posible? y si es posible, ¿es posible durante toda la vida? La respuesta es:

No sólo es posible el cambio, sino que es INEVITABLE

Creamos neuronas durante toda la vida, que reclutamos para la memoria y el aprendizaje en una estructura situada en el seno del lóbulo temporal (el hipocampo) implicado en nuestra memoria y aprendizaje y con gran capacidad plástica, de cambio.

La corteza de nuestro cerebro es también cambiante, con estructuras que tienen capacidad plástica, capacidad de cambio en sus redes con cada experiencia y en consecuencia tenemos un cerebro, nuestro “órgano rector”, en constante transformación ¡tanto si queremos, como si no!La capacidad plástica es la capacidad de crear y desestructurar redes neuronales, que sustentan pensamientos, sentimientos y comportamientos, pero no solo poseemos estas dos  apacidades de cambio, la neurogénesis y la capacidad plástica, también existe otra capacidad: la epigenética. Si la genética estudia la estructura de nuestros  enes, la epigenética estudia su regulación y función. Nos interesa muchísimo conocer estas tres capacidades, relacionadas con el aprendizaje, la memoria y la toma de decisiones, porque no tan solo son cambiantes, son también influenciables por el entorno, por nuestros hábitos y calidad de vida física y mental. Por este motivo supone para nosotros una gran oportunidad. Debemos conocer qué evitar y qué hacer para proteger nuestra salud y la de nuestros hijos, favorecer su aprendizaje y fomentar la expresión de su máximo potencial.

Podemos estimularlas de forma saludable a través de cuidar hábitos físicos y mentales (alimentación, ejercicio, sueño reparador, la calidad de pensamiento, las relaciones sociales gratificantes) y evitando tóxicos, tanto físicos como mentales, de los cuales el principal protagonista es para todos muy familiar: el estrés.

Saber esto justifica la necesidad de un proceso educativo emocional continuo

Nuestro cerebro es cambiante y además permeable a las influencias del entorno, de tal manera que si nuestros niños están expuestos a una situación que genere entusiasmo o a otra, bien distinta que pueda generar temor, las consecuencias neurobiológicas en su cerebro serán también coherentes a una u otra situación y como consecuencia se producen en el primer caso neurotransmisores con efectos saludables, que favorecen el sistema inmunitario, la atención el aprendizaje y el bienestar y en el segundo, neurotransmisores que deprimen su sistema inmunitario, la atención y favorecen la inflamación y la tristeza, sobre todo si se da de forma mantenida o repetida.

El cerebro es permeable y se adapta a todo aquello que hacemos con frecuencia, de tal manera que la repetición creará hábitos en un sentido o en otro, de pensamiento, de sentimiento y de comportamientos y generará creencias que facilitarán una Mentalidad de crecimiento, o en caso contrario, creencias limitantes que bloquearán su proceso saludable.

Estructuras, funciones y sistemas implicados

Tenemos un cerebro social, un cerebro de relaciones que toma constantemente decisiones y siempre con la emoción implicada. Somos antes sociales que individuales y aprendemos, desde nuestra llegada al mundo, por imitación, atención compartida y empatía.

Con pocos meses de vida somos capaces de detectar el estado de ánimo de nuestra madre o nuestro padre cuando entran a la habitación en la que nos encontramos. Nuestra amígdala cerebral (estructura emocional primaria, situada en el seno de la corteza temporal) dirige la orientación de nuestra mirada para detectar la expresión de las caras y el cuerpo. Nuestras expresiones faciales y corporales no son sólo expresión de nuestras emociones, son causa de ellas. Pero además la mente utiliza las acciones, las sensaciones, el movimiento, para dar sentido a los conocimientos abstractos, como las percepciones, el razonamiento, el lenguaje y los juicios. Comunicamos de forma holística con la cara, el cuerpo, y en esa comunicación intervienen de forma magistral nuestra amígdala que tan solo necesita un impacto de milisegundos para reaccionar y las neuronas espejo, responsables de la capacidad empática a través de imprimir en nosotros un conocimiento cognitivo (interpretamos lo que piensan los demás), emocional (sentimos lo que sienten) y somático (percibimos en nuestro cuerpo las sensaciones que observamos en ellos).

Como podemos confirmar, todo nuestro cerebro interviene en nuestro aprendizaje, en nuestras vivencias.

Estos sistemas neuronales implicados en este proceder, el sistema de neuronas espejo y el de Von Economo son sistemas neuronales que forman parte de nuestro cerebro social y que intervienen en las decisiones morales. Se activan de forma involuntaria y son capaces de facilitarnos la sintonía y sincronicidad con nuestros semejantes y con mayor eficiencia si son personas cercanas y queridas.

Existen también en nuestro cerebro unos núcleos implicados en el sistema de recompensa y asociados a la creatividad y al pensamiento saludable. Diferentes núcleos liberan neurotransmisores de la felicidad, del apego, de la motivación… Cuando generamos retos, al estimular la curiosidad o la incertidumbre (aunque  e apagan si esta última se mantiene), estos centros se hacen funcionales. Saber de su existencia y la forma en que podemos activarlos supone una gran  portunidad, porque generar vínculo, bienestar, expectativas ilusionantes y retos, facilitará el aprendizaje, la salud y la incorporación del conocimiento en nuestros hijos.

Las decisiones que tomaremos cuando nuestro sistema de recompensa está activo, van a ser fundamentalmente buenas decisiones. Tomamos decisiones sólo con la emoción, sin participación de la razón, cuando nos va la vida en ello y el resto de nuestras decisiones las tomamos con la emoción y la razón aunadas, con participación añadida de otras estructuras corticales. No podemos decidir solo con la razón. Por lo tanto, podemos definir:

Nuestro cerebro es un órgano de conocimiento más emocional que racional

Si nuestras emociones son trascendentes, en nuestro proceso de crecimiento y aprendizaje, nuestra forma de pensar también lo es. Generamos aproximadamente 60.000 pensamientos diarios y cada pensamiento es un producto de nuestra mente que podemos cambiar si aprendemos cómo hacerlo. Si  las consecuencias para nuestra salud y para el aprendizaje, son tan diferentes cuando construimos pensamientos asociados al entusiasmo o pensamientos asociados al miedo o al temor, está claro que como referentes de nuestros hijos, debemos ser los primeros interesados en aprender a generar pensamientos que faciliten una mentalidad de crecimiento.

El ejemplo tiene más fuerza que las reglas y nuestros hijos aprenden de él

Esto nos debe llevar a deducir que podremos cambiar pensamientos, podremos aprender y desaprender para configurar hábitos diferentes y además podremos hacerlo de forma dirigida gracias a nuestra atención operativa consciente. Las redes neurales son sensibles a la energía que imprimimos en ellas cuando les prestamos atención y refuerzan sus conexiones y habilidad funcional.

Donde centramos la atención consciente o inconsciente, reforzamos.

Qué evitar y qué hacer

Debemos evitar el estrés crónico a cualquier edad. Es un factor de riesgo para nuestra salud, desde que estamos en el seno de nuestra madre, hasta la senectud. Dentro del concepto estrés debemos incluir los estímulos sutiles estresantes tan arraigados en nuestra sociedad, como la multitarea, la auto-exigencia o exigencia externa, las creencias limitantes, la saturación de información, la falta de límites, el aislamiento social, las creencias limitantes, etc.

El estrés en la primera infancia suele dar alteraciones fundamentalmente en hipocampo y como consecuencia habrá una atención deficitaria y un apagado emocional. Cuando se han analizado las consecuencias del estrés en el adolescente se confirma que existen menos neuronas en su corteza prefrontal (sede de la toma de decisiones) y en la corteza cingulada anterior (CCA). Este sector interviene en el proceso de emociones complejas entre otras funciones. Si esta corteza se daña, puede reflejar comportamientos agresivos e inestabilidad emocional. Se producen alteraciones del sueño, tanto de las fases REM, que conducirán a alteraciones de la memoria, irritabilidad, falta de motivación y de curiosidad; como de las Fases No REM, que como consecuencia conducirán a alteraciones en  el sistema inmunitario. La corteza prefrontal (situada detrás de la frente y sede de las funciones ejecutivas) es la más sensible al daño en la adolescencia. En su seno están la ínsula y la CCA, ambas relacionadas con la capacidad empática, que por tanto tenderá a alterarse.

Nuestra reflexión es importante. Necesitamos educación emocional, educar en el afecto, reestructuración cognitiva y regular el comportamiento como alimento  permanente durante toda la vida.

Cómo facilitar la expresión del máximo potencial

La oportunidad de dirigir el cambio la tenemos solo con la atención consciente

Podemos automatizar tanto una forma de pensar saludable y adaptativa como desadaptativa porque nos entrenamos en ello sin ser conscientes de hacerlo. La oportunidad es identificarlo y aprender a dirigir el cambio, cambiando el foco de nuestra observación mental, haciendo un cambio de atención. Si bien la emoción nos capta inicialmente siempre la atención, solo podremos reorientar el foco mental hacia lo que nos interesa, de forma voluntaria, con nuestra herramienta máster: la atención consciente.

Esta práctica es tremendamente efectiva y por este motivo describiremos para terminar la herramienta del método Thabit que la significa: La bola verde y la  bola roja.

 

A continuación tenéis descrito el procedimiento para facilitar su incorporación:

TÉCNICA PARA APLICAR E INCORPORAR A TU VIDA

Creación:
Dra. Rosa Casafont i Vilar

Técnica:
“Bola roja y bola verde”. Herramienta sólida del “Método Thabit”.

Objetivo:
Centrar la ATENCIÓN CONSCIENTE en el lugar adecuado, la bola verde (lo que quiero) para reforzar redes adaptativas y desconfigurar las desadaptativas dejando de observar mentalmente la bola roja (lo que no quiero).

Procedimiento:
Tener capacidad plástica no significa tener capacidad para dirigirla. Para conseguirlo tenemos nuestra ATENCIÓN CONSCIENTE (“la herramienta Máster” del Método Thabit) y para ahorrar esfuerzo, tenemos una “brújula” el SENTIMIENTO. Este nos avisa de si estamos observando mentalmente la “Bola Roja” (lo qué no quiero) porque nos SENTIMOS MAL. En ese preciso momento (cuando me siento mal) es cuando debo reconducir mi ATENCIÓN CONSCIENTE hacia la “Bola Verde” (lo qué quiero).

Prestar atención al sentimiento (la brújula) es tener la oportunidad de saber cuándo he de realizar un cambio de atención. Si somos constantes en esta práctica, automatizaremos pensamientos, sentimientos y comportamientos adaptativos.

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