¿Hacia dónde voy? ¿Hacia dónde vamos?:GPS INTERNO, sinónimo de salud
Las estanterías de las librerías en estaciones, supermercados y best sellers siguen repletas de libros que llaman a saber manejar las emociones, motivarse y construir una vida en la dirección deseada, a que te pasen “cosas buenas”, a analizar lo que uno come, y otras muchas variables relacionadas con la salud en sus diversas dimensiones.
Bajo estos atractivos titulares, nuestras miradas y manos buscan resolver y encuentran cierta calma en saber que hay caminos para sentirse mejor. O como dice el profesor Arthur C. Brooks caminos para “ser más feliz” o “be happier”, porque la felicidad no es ni un sentimiento, ni un estado, ni un destino sino una dirección.
Una dirección que numerosas familias, por no utilizar el adverbio de cantidad absoluto “todas”, desean para sus hijos. La dirección hacia la salud, el bienestar, o “ser más feliz”. Este sexto sentido de tener una dirección u orientarse en lo desconocido hacia la salud pasa porque cada uno de nosotros haya desarrollado y actualice su GPS interno. Un sistema de orientación que nos permita vivir conectados a nosotros mismos, a nuestras necesidades, valores y principios, a los que nos rodean y a nuestro poder de acción como agentes de cambio en el entorno.
En la cultura actual, de infoxicación y estímulos continuados, la moneda de pago más valiosa es la atención, y cuando se entrega “gratuitamente” y sin límites tiene una posible consecuencia: la “hiperconexión” a lo externo, que con frecuencia se cobra “no saber quiénes somos” o “hacia dónde vamos”, originando una gran desorientación vital.
Pero, ¿cómo ayudar a que nuestro alumnado construya su propio GPS? En el aula trabajamos a través de desarrollar competencias y estimular inteligencias tan esenciales como la intrapersonal e interpersonal. En esta misma línea de trabajo, veamos 3 coordenadas para fortalecer el sistema de orientación en la infancia y la adolescencia: ser visto, ser escuchado y participar, ser creativo.
TE VEO. Somos seres sociales, necesitamos del vínculo y en este vínculo conformamos nuestra identidad, autoconcepto y autoestima. Helen Riess, doctora y directora de Programa de Empatía y Ciencia Relacional del Massachusetts General Hospital, en una reconocida TED recuerda cómo una tribu africana saluda: ¡Sawabono! que significa
“te veo, te respeto, te valoro y eres importante para mí”.
Al mirar al alumno y alumna, ¡y a sus familias! desde una mirada apreciativa, legitimamos y dignificamos a las personas. Si hacemos el ejercicio de despojarnos de juicios, comparaciones, etc. elegimos no contribuir a generar etiquetas destructivas y elegimos fortalecer su autoconcepto y su autoestima.
Esto requiere la fortaleza de abandonar frases como “es un matapersonas”, “le falta un verano”, “¿qué vamos a hacer con la familia que tiene?”, y un largo etcétera que solo perpetúa una visión simplista y abusiva de la identidad del otro y de su contexto, desde un ejercicio de poder y superioridad, bajo una lente que deforma a la persona y su propio GPS.
“Te veo” es mirar al otro desde lo que es y lo que aprende a ser, desde el respeto a la mochila que carga, desde la pregunta y el descubrimiento juntos, desde la profesionalidad de acompañarle con dignidad. Algunas ideas para desarrollar esta mirada hacia el alumnado, entre los propios docentes, pueden ser:
- Realizar observaciones basadas en hechos “veo que se relaciona con frecuencia con esta compañera en el patio” “observo que dibuja en su cuaderno en los márgenes” y preguntas abiertas “¿en qué tareas podría resultar beneficioso hacer “parejas ayudantes”? ¿cuándo y cómo podemos incorporar la estrategia del dibujo y lo visual para ayudarle a focalizar y aprender?
- Generar con nuestros compañeros de profesión “conversaciones centradas en el aprendizaje”, no centradas en interpretaciones, sino en las observaciones, preguntas, estrategias o herramientas pedagógicas que pueden contribuir a acompañar al alumno desde “una mentalidad de crecimiento” (Dweck, C. 2017).
TE ESCUCHO. “Ser visto” va de la mano de “ser escuchado”, y el sentimiento de conectar y pertenecer a la comunidad de un aula y una escuela, impulsa con fuerza el deseo de “quiero hacer cosas, quiero participar”.
La motivación florece como la primavera tras el invierno porque nuestro alumnado tiene voz. Los docentes abiertos a escuchar construyen altas estructuras de participación y cultura de pensamiento en sus aulas, aumentando la autonomía y motivación de los niños y niñas o los adolescentes, confiando en la riqueza de las interacciones para el aprendizaje.
Fomentar la construcción del GPS interno, a través de estas estructuras de participación, contribuye a la autorregulación del aprendizaje y de sí mismos, algunas ideas para desarrollar y sumar en este proceso de escucha pueden ser:
- Utilizar estrategias de evaluación participativa que inviten a los participantes a ser parte del proceso, a plantearse cuestiones como ¿hacia dónde vamos? ¿dónde estamos? ¿cómo seguimos avanzando? (Heritage, Margaret. 2017), planteando estrategias como bases de orientación (Sanmartí, Neus. 2020), técnicas como ejemplo-contraejemplo (Anijovich, Rebecca. 2019), diarios de aprendizaje, portafolios, etc.
- Crear una cultura de pensamiento en el aula (Ritchhart, Ron. 2014) que valora su pensamiento, a través de 8 fuerzas culturales: altas expectativas, oportunidades, tiempo para pensar, modelaje, lenguaje, ambiente, interacciones y rutinas.
Ser visto y escuchado es tener la posibilidad de participar. Sumando conocimientos y enfoques, Roger Hart (1993) estructuró 8 niveles de participación de los jóvenes, que podemos aplicar a la metodología de proyectos, van desde la no participación (manipulación, decoración y participación simbólica) hasta los diferentes grados de participación (asignados pero informados, consultados e informados, iniciada por los adultos, iniciada y dirigida por los niños, iniciada por los niños y decisiones compartidas con los adultos). ¿Cómo son las diversas propuestas de tu aula, qué grado de participación promueven en los diferentes momentos?
¿CREAMOS? Somos creativos por naturaleza, desde pequeños rompemos cosas para saber cómo funcionan, mezclamos materiales, experimentamos, observamos, almas latentes de artistas, científicos, músicos, etc. que reclaman de forma significativa la huella de vivir.
Subiendo un escalón de significatividad, podemos “crear al servicio de” nuestro entorno, compañeros, familia, barrio, ciudad, … con la metodología de proyectos de Aprendizaje y Servicio o Design for Change. Mirar alrededor, empatizar y ver lo que se necesita puede ser el mejor escenario para aprender y construir con los alumnos.
Nuestro GPS interno y el de nuestro alumnado, el que nos ayudará a ir en la dirección de “ser más felices”, requiere de una escuela de oportunidades y experiencias significativas de creación que se alimenta de espacios, estructuras, materiales y propósitos de vida. Sin miedo al error para desarrollar este proceso de creación:
- Levantar un museo del error, “un baile tras la caída” como diría el poeta Pessoa, demos a la equivocación el lugar que se merece, que no es ni el de la vergüenza ni el de la reprobación, sino el del honor de ser el maestro del aprendizaje, el que nos enseña a levantarnos, a continuar, a explorar caminos diferentes, a reflexionar, a crecer, a SER. ¿Cómo trabajas el error en tu aula?
- Pongamos a la inteligencia a divertirse, como hace Cristián Olivé en sus clases de secundaria, creando un diccionario de boomers con sus alumnos, o Ana María Martinez cuando en educación musical relaciona a Rosalía o J. Balvin con Beethoven, volvamos a la naturaleza siempre que podamos para inspirarnos y caminar a su lado como muestra Siro López. Crear es imprescindible.
En una cultura que puede ser tóxica cuando se rompen con facilidad los GPS internos, a través de pantallas y likes, refuerzos intermitentes, infoxicación,... donde tanto en la infancia, como en la adolescencia o madurez sentirse perdido o desorientado, o falto de recursos puede ser habitual…
Los docentes hemos de seguir preguntándonos por la salud de nuestro alumnado, por su bienestar, como tutores no nos podrá faltar ofrecerles experiencias de atención plena y trabajo emocional, entre otras propuestas, y además habremos de apostar con firmeza por ayudarles a construir su GPS, en dirección hacia su bienestar… Nos encontramos en estas 3 coordenadas: ver, escuchar y crear.
Loli García es educadora, psicóloga y formadora. Actualmente es maestra en un centro educativo en Zaragoza.
En los últimos años ha colaborado en el desarrollo de proyectos con escuela21.org y anteriormente ha trabajado como Asesora Pedagógica y Redactora Jefe de la revista Educadores de Escuelas Católicas. Además, ha participado como coautora y colaboradora en las guías de Escuelas Creativas de Fundación Telefónica (2016), Guía para actuar en caso de acoso escolar de Escuelas Católicas (2018), Guía para educadores. El duelo en el ámbito escolar de Escuelas Católicas (2019), Guía para impulsar proyectos de Innovación Pedagógica, PIE (2019) y en publicaciones de revistas nacionales como Cuadernos de Pedagogía, Anelle y Educadores.
@loligarciaXXI