La conquista del Polo Sur, Xavier Valbuena

ene 23, 2019
Xavier Valbuena

En 1911 el noruego Roald Amundsen y el británico Robert F. Scott compitieron por ser los primeros humanos en alcanzar el Polo Sur. Sobre el hielo antártico se enfrentaron dos concepciones diferentes de como abordar un objetivo. Para los docentes del siglo XXI su aventura, épica y trágica a la vez, constituye una valiosa oportunidad para reflexionar sobre los peligros del inmovilismo educativo y la necesidad de llevar la innovación a las aulas.

 

¿El desafío? 
Formar personas íntegras y con capacidad de razonar. Ese es nuestro Polo Sur.

Amundsen vs. Scott

Amudsen a la izquierda, Scott a la derecha.
Amudsen a la izquierda, Scott a la derecha.

A principios del siglo XX, en la llamada época heroica de la exploración polar, los expedicionarios no tenían la posibilidad de comunicarse durante el tiempo que permanecían lejos de sus casas. Con frecuencia pasaban años sin que se supiera nada de ellos. Por ello no resulta extraño que, a pesar de que el Polo Sur ya había sido conquistado, La Vanguardia publicara en febrero de 1912:

 

“Dentro de una semana el mundo sabrá probablemente cual de las dos banderas - inglesa o noruega- ha sido plantada en el Polo Sur.”

 

En ese momento Noruega llevaba muy poco como país independiente. Por el contrario, el imperio británico todavía no había declinado, y su aparato propagandístico era excelente. Es por ello que La Vanguardia tomaba partido en sus “Ecos de Londres”:

 

“Todo inglés espera que Scott resultará vencedor en el Polo Sur (...). Amundsen ha escogido un camino mucho más corto que el que ha tomado Scott.”

 

El “camino mucho más corto” al que se alude era el que le dejaron al noruego porque el itinerario ya trazado por Shackleton en 1909 estaba “reservado” para los ingleses. Amundsen tuvo que inventar una nueva ruta, mientras que Scott ya conocía de antemano a qué se enfrentaría durante buena parte del itinerario. La noticia de La Vanguardia continua con una mentira:

 

“Una circunstancia que milita en contra el triunfo de Amundsen es que no está, de mucho, tan bien equipado como su rival."

 

Ya fuera por la potente propaganda inglesa o por la retórica heroica de la que siempre hizo gala Scott, lo cierto es que al mundo le costó reconocer la gesta del equipo de Amundsen. Afortunadamente, los diarios personales de los miembros de las dos expediciones, así como la correspondencia que éstos mantuvieron con sus familias, constituyen magníficas fuentes primarias de documentación a partir de las que Roland Huntford y otros estudiosos reconstruyeron a partir de los años ochenta una historia bien diferente a la "oficial" que nos habían vendido hasta entonces.

Lo cierto es que Amundsen y Scott organizaron dos expediciones del todo diferentes, ambas a la medida de sus objetivos. Amundsen quería alcanzar el Polo Sur de la manera más rápida y efectiva posible, menospreciando la fama que la expedición pudiera darle. Por el contrario, Scott soñaba con convertirse en un héroe nacional, y para ello necesitaba un destino épico todavía no alcanzado: el Polo Sur.

Scott organizó su expedición siguiendo el esquema clásico de la marina inglesa que tan buen rendimiento había dado en siglos pasados. La suya era una organización militar jerárquica, dominada por el convencimiento de que no había nadie mejor que los ingleses para establecer la manera óptima de progresar sobre el hielo o de sobrevivir en el entorno hostil de la Antártida. Scott, convencido de que nadie le podía enseñar nada, dejó muchos de los aspectos técnicos de la expedición abiertos a la improvisación. Sobre la marcha aprendería cual era la mejor manera de marcar los depósitos de alimento, el número idóneo de expedicionarios, la técnica de esquí adecuada...

Por el contrario, Amundsen, dedicó años a investigar la mejor manera de sobrevivir en los entornos helados. ¿Quiénes fueron sus maestros? Los esquimales. A pesar de ser considerados por la sociedad de la época como una raza humana primitiva, los esquimales llevaban milenios habitando un entorno parecido al que Amundsen se encontraría en la Antártida. El noruego no dudó en aceptar con humildad su maestría, y se propuso aprender todo cuanto ellos pudieran enseñarle. Amundsen aprendió así a gobernar trineos de perros, a elegir las mejores ropas para sobrevivir en el frío, cual era la dieta más adecuada, y todo el conocimiento que los esquimales atesoraban.

Pero... ¿Qué tiene que ver todo esto con la educación?

 

 

Nuestro Polo Sur

Vista aérea de la Antártida
Vista aérea de la Antártida

Podemos equiparar el reto de educar a los jóvenes con la carrera antártica de Amundsen y Scott a la conquista del Polo Sur. La RAE define reto como "Objetivo difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío para quien lo afronta". Está claro que todo aquello que es difícil nos estimula. Educar es ciertamente difícil, probablemente más que llegar al Polo Sur o alcanzar la cima del Everest, pero eso es lo que lo hace apasionante. Por otra parte, podemos permitirnos no alcanzar un reto deportivo o de exploración pero, ¿podemos fracasar en la educación?

La responsabilidad que tenemos los profesores es abrumadora. Quizás en nuestras aulas se encuentren aquellos y aquellas que hallarán en una o dos décadas la cura para el alzheimer o que descubrirán la teoría que unifique las fuerzas que gobiernan nuestro universo. Literalmente el futuro de la especie humana está en sus manos, y por ello debemos formarles para una sociedad presente y futura que es del todo diferente a la que alumbró las primeras escuelas.

Hoy vivimos en una sociedad líquida en la que el cambio es la norma y la adaptación continua la única estrategia sensata, pero paradójicamente nuestras aulas apenas han cambiado durante el último siglo. No podemos anticipar como será el futuro, por lo que que necesitamos generar mecanismos flexibles que adapten la enseñanza a cada nueva etapa. No es imposible. Muchas empresas modernas, especialmente en el ámbito tecnológico, llevan tiempo con la lección aprendida, y dan respuesta en tiempo real a las necesidades de sus clientes. En ese sentido, las instituciones educativas se han mostrado vergonzosamente rígidas y lentas. Es el momento de dar un paso adelante y abrazar la incertidumbre, porque es algo que ha llegado para quedarse. Es el momento de imitar el modelo organizativo de Amundsen y evitar el de Scott en su periplo antártico...

Épica y tragedia a la búsqueda de la latitud más austral del planeta

Durante la conferencia de Xavier Valbuena en Fundación Botín (Madrid).
Durante la conferencia de Xavier Valbuena en Fundación Botín (Madrid).

¿Hemos dicho antes que la expedición de Scott al Polo Sur siguió el modelo "anticuado" de la marina inglesa? Lo cierto es que Scott sí hizo una concesión a la modernidad, tal y como insistía La Vanguardia en febrero de 1912:

 

"El explorador inglés tiene más compañeros, más perros y jacas y, sobre todo, dispone de un trineo automóvil para llevar las provisiones.”

 

De hecho fueron tres los trineos motorizados que Scott se llevó a la Antártida. El problema fue que no habían sido probados en condiciones semejantes y constituyeron un rotundo fracaso. El primero cayó al fondo del mar al intentar ser desembarcado y los otros dos apenas recorrieron unos cientos de metros sobre el hielo antes de que sus rudimentarios motores se rindieran al frío.

Sí es cierto que Scott llevaba "más compañeros", pero eso, más que ser una ventaja, contribuyó a su fracaso. De manera improvisada, el inglés decidió que finalmente serían cinco los escogidos para el ataque final al Polo en lugar de los cuatro que estaban previstos. Ello llevó a una caótica reorganización de las raciones de comida que contribuyó al fatal destino del grupo.

En cuanto a lo de que el inglés llevaba "más perros y jacas". Lo primero es una mentira, y lo segundo otra de las causas del fracaso del inglés. Amundsen llevaba tres veces más perros que Scott, todos ellos de mejor raza y salud. Scott nunca creyó en los perros de tiro como un mecanismo eficaz para progresar sobre el hielo, y por ello no dedicó ni un día a instruirse en la forma adecuada de gobernarlos. Confiaba mucho más en los ponis, aunque su elección estaba basada más en una intuición que en una hipótesis contrastada. Lo cierto es que los ponis se mostraron ineficaces en la Antártida, sufriendo mucho por el frío extremo y hundiéndose en la nieve a cada paso que daban. Amundsen utilizó perros porque había aprendido de los esquimales todo cuanto se podía saber sobre los perros de tiro, y sabía que éstos serían la clave del éxito en la conquista del polo.

El 14 de diciembre de 1911 el equipo noruego alcanzó el Polo Sur tras una rápida travesía de cincuenta y seis días en la que a pesar de las dificultades de recorrer una tierra inhóspita nunca antes hollada por el ser humano todo salió tal y como estaba previsto. Apenas cinco semanas después llegaba al Polo Sur el equipo inglés, tras setenta y ocho días de penosa travesía. Resulta difícil imaginar la decepción que debieron sufrir Scott y sus cuatro compañeros de expedición cuando vieron ondear la bandera noruega en el polo. Su objetivo de ser los primeros había fracasado, y probablemente la caída del estado de ánimo de la expedición inglesa precipitó su trágico final.

El regreso desesperado de Scott y sus hombres fue agónico. El cálculo de los víveres necesarios para el viaje de vuelta fue incorrecto, y no fueron capaces de encontrar algunos de los depósitos que habían preparado durante la ida. Desgraciadamente, la incorrecta planificación de la expedición llevó a la tragedia. Primero murió Evans, luego Oates, y por último, Scott, Wilson y Bowes. La última entrada del diario de Scott está fechada en el 29 de marzo de 1912:

 

"Vamos a aguantar hasta el final, pero estamos cada vez más débiles y el final no puede estar lejos. Es una lástima pero no creo que pueda continuar escribiendo... Por el amor de Dios, cuidad de nuestra gente."

Todos tenemos algo que aprender

En la pantalla una imagen de la primera expedición antártica protagonizada por personas discapacitadas de la que fue integrante.
En la pantalla una imagen de la primera expedición antártica protagonizada por personas discapacitadas de la que fue integrante.

La heroica muerte de Scott y sus hombres les convirtió en leyenda, y así fue como la histórica gesta de Amundsen pasó a un segundo plano. En realidad ambos exploradores consiguieron sus objetivos: Amundsen alcanzó el Polo Sur y Scott adquirió la categoría de "héroe nacional" que ansiaba.

Amundsen y Scott se enfrentaron a lo desconocido. Ninguno de los dos exploradores sabía lo qué se encontraría en la "terra incognita". Tampoco nosotros conocemos el futuro que le espera a la humanidad. Así pues, ¿cómo podemos preparar a nuestros jóvenes para lo desconocido? Ante un reto de tamaño calibre podemos aplicar dos estrategias:

- La "estrategia Scott": Centrada en lo que somos. Jerárquica y rígida. Propone mantener lo que siempre nos ha funcionado. No prueba nuevos métodos de hacer las cosas porque anticipa que no funcionarán sin molestarse en comprobarlo. Enfoque intelectual en el planteamiento de cambios.

- La "estrategia Amundsen": Centrada en lo que queremos ser. Horizontal y flexible. Ensaya nuevos métodos de hacer las cosas y analiza de forma crítica los resultados, descartando los ineficaces e incorporando los experimentos de éxito. Enfoque práctico en el planteamiento de cambios.

Resulta fácil identificar modelos educativos actuales que siguen las estrategias anteriores. La inmensa mayoría de nuestras escuelas siguen todavía a día de hoy una "estrategia Scott", y cuando se lanzan a la innovación esta resulta poco reflexionada y suele acabar en un fracaso que certifica que "lo que siempre ha funcionado" es lo correcto. ¿Recuerdan los famosos trineos mecanizados del inglés? El problema de esta estrategia es que "lo que siempre ha funcionado" ahora ya no funciona, y eso es algo que cualquier docente actual puede corroborar.

Aplicar una "estrategia Amundsen" en la educación puede dar vértigo porqué cualquier reto lo da en cierta medida, pero resulta el único camino posible. Conocemos modelos educativos de éxito. No se trata de copiar esas experiencias literalmente, por supuesto, pero sí de detectar aquellos patrones que nos puedan ser útiles. Al fin y a al cabo, aprender de los mejores es algo que Amundsen supo hacer bien durante sus años de convivencia con los esquimales.

¿Cómo es la educación que queremos? De esa pregunta debería partir nuestra transformación, que debería estar en sintonía con el mundo de hoy y preparada para el de mañana. Con profesores implicados en el reto de despertar en cada joven el deseo de aprender y de ayudarle a encontrar su camino. Con instituciones educativas abiertas a su entorno, capaces de interactuar con familias, empresas, centros de investigación, museos... Y, por supuesto, con gobernantes dignos del cargo para el que han sido escogidos que sepan dejar de lado sus diferencias y sentarse juntos para pactar un modelo educativo sólido pero flexible que no esté sujeto a los vientos cambiantes de la política del momento.

Se trata de todo un reto. Alcanzar nuestro propio Polo Sur no será fácil, pero solo por eso ya vale la pena afrontarlo. A la manera de Amundsen, por supuesto.

 

Xavier Valbuena
Profesor de ESO 
Integrante de la primera expedición antártica protagonizada por personas discapacitadas

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