La danza como herramienta educativa

abr 26, 2017
Marja Kokkonen

Introducción

Son pocos los cambios que ha experimentado la danza, en su esencia, desde la prehistoria y la antigüedad. Sigue llevando inherente un marcado componente social, pero en las múltiples definiciones de danza es fácil apreciar distintos enfoques en función del prisma de la persona que lo aborde.

La neurociencia basa la definición de danza en la capacidad de interacción entre cuerpo y mente para transmitir emociones, en la que participan tanto el sistema nervioso autónomo como el somático (Dale, Hyatt y Hollerman, 2007, p. 100).

La danza, en sus distintos géneros y con sus distintos fines, lleva siglos formando parte de la vida cotidiana de las personas. Además, en la actualidad ha aumentado su popularidad gracias a los programas de baile que se emiten en televisión. «Aunque, curiosamente», apunta la danzaterapeuta Martha Eddy (2009, p. 22), «el creciente número de investigaciones en materia de creatividad no aborda la disciplina de la danza de manera adecuada». Inspirada por el asombro de Martha Eddy, analizaré la danza como una herramienta educativa, y desde la óptica de la creatividad y el bienestar. Mi objetivo fundamental consiste en exponer los motivos por los que todos y cada uno de nosotros deberíamos mover el esqueleto, tal y como nos anima a hacer Madonna en Get into the Groove.

La danza como herramienta educativa: pasos para fomentar la creatividad y la enseñanza creativa

Según Keun y Hunt (2006), la creatividad es principalmente un comportamiento adquirido que consiste en descubrir soluciones nuevas, innovadoras y prácticas a distintos problemas, y que puede fomentarse a través de las artes, particularmente de la danza. Si consideramos que la creatividad es algo que se puede enseñar a través de la danza, ésta constituye también una cuestión de carácter educativo que se puede abordar como mínimo desde dos prismas distintos. En primer lugar, un objetivo de aprendizaje en sí mismo (Giguere, 2011; Hanna, 2008); y en segundo lugar, puede entenderse como una herramienta educativa para adquirir, reforzar y evaluar el aprendizaje de otras habilidades no físicas (Jackson, 2005).

Moffett (2012) afirma que se debería fomentar el pensamiento crítico, el razonamiento analítico, la experimentación y la resolución de problemas en movimiento incluso entre los alumnos de las escuelas de danza. En el ejercicio de su profesión, los profesores de danza parecen coincidir en que los conocimientos inherentes a la danza a distintos niveles (sentir el movimiento desde el interior, utilizar un pensamiento cuerpo-mente, moverse de modo plenamente consciente) actúan como base para la creatividad (Chappell, 2007 a,b). En anteriores planteamientos respecto a la creatividad en la enseñanza de la danza, ésta se había concebido más bien como una habilidad del pensamiento, una forma de autoexpresión y una característica derivada del juego (Chappell, Craft, Rolfe y Jobbins, 2009).

Fuera de las academias de danza, las universidades, las escuelas de arte y las escuelas privadas de danza, esta materia suelen impartirla profesores de educación física, tutores y profesores de música, que enseñan a sus alumnos, especialmente a niños de educación primaria, la llamada danza creativa, menos centrada en la forma (es decir, en la técnica). En ella, los niños utilizan el cuerpo y los distintos movimientos para expresar sus pensamientos y sentimientos, guiados por el profesor. Tal y como advirtieron Bergmann (1995) y Chen y Cone (2003), los profesores pueden sugerir ideas o sentimientos concretos que quieran que los niños expresen a través de movimientos, ofrecerles como estímulo una obra musical, un poema u otras claves verbales o un dibujo, y formular preguntas abiertas para fomentar la exploración, la comprensión y el perfeccionamiento del movimiento. También se afirma que es importante que los niños de preescolar y primaria desarrollen conocimientos de danza tales como realizar movimientos cortos y largos, movimientos simétricos y asimétricos, moverse de forma coordinada con los demás y con la música, distinguir entre realizar un movimiento de forma simultánea con los demás y repetir el movimiento una vez que el compañero ya ha empezado a hacerlo. Todas estas habilidades constituyen objetivos didácticos importantes en la enseñanza de la danza a niños (Pramling Samuelsson, Asplund Carlsson, Olsson, Pramling y Wallerstedt, 2009). Por su parte, el Análisis de Movimiento de Laban (LMA), teoría desarrollada por Rudolph Laban, permite a los profesores de danza enseñar desde un enfoque holístico los principales componentes del movimiento (el cuerpo, el esfuerzo, la forma y el espacio), que constituyen el punto de partida para analizar cualquier género, como por ejemplo el hip hop (Rhodes, 2006). Además de la formación en danza a nivel profesional o danza creativa, la danza y el movimiento también han sido utilizados como herramientas de enseñanza en la educación convencional. Se ha demostrado que el movimiento físico acompañado de visualizaciones mentales puede ayudar a mejorar la atención, la velocidad, la retentiva y el disfrute del aprendizaje (Lorenzo-Laza, Ideishi e Ideishi, 2007). La danza se ha impartido de forma interdisciplinar junto con otras materias, como la poesía, la historia y los idiomas (Bowie y Soriano, 2011; Harding, 2006; Rhodes, 2006). 

El tipo de danza que ofrece un entorno lúdico de aprendizaje donde se estimula la espontaneidad y se impulsa especialmente el desarrollo y bienestar general del niño (Jefferson-Buchanan, 2012), se ha utilizado también en la enseñanza para promover el desarrollo al margen del aspecto académico. Thom (2010) sostiene que ofrecer experiencias afectivas gratificantes mientras se experimenta con movimientos expresivos desarrolla la conciencia somática y social de los niños en edad preescolar y su habilidad para reconocer, regular y expresar emociones. Por otro lado, a través de un estudio empírico llevado a cabo con niños en edad preescolar durante ocho semanas, se demostró que su participación en un programa de movimiento/danza creativa mejoraba su competencia social y disminuía sus problemas de internalización (por ej. la depresión, la renuncia y la ansiedad) y los trastornos de conducta externos (por ej. la agresión) (Lobo y Winsler, 2006). En última instancia, la grandeza de la danza como herramienta educativa reside en que las emociones que suscita resultan muy útiles para abordar problemas educativos de mayor alcance, tales como la violencia física, la homofobia, la expresión de género, las diferencias y la diversidad (Gard, 2008; Risner, 2007).

 

Marja Kokkonen

Doctora en regulación emocional por la Universidad de de Jyväkylä (Finlandia)

 

 

Si quieres produndizar en las ideas de la autora haz clic en la publicación completa Artes y Emociones que potencian la creatividad. Informe Fundación Botín 2014 

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