La magia de La Transformación, volver a sentirme pequeño, con Juan Núñez
El otro día tuve una comida de navidad, todos tenemos alguna en estas fiestas, pero esta fue un poco especial, la compartía con las co-directoras, los coordinadores, la responsable de tutorización y acompañamiento y el encargado de comunicación del título Especialista en Educación Emocional, Social y de la Creatividad para Transformación Educativa.
Yo iba en mi papel de coordinador del Módulo T (T de transversal y T de transformación), un módulo en el que intentamos explicar y dar pistas sobre qué pasos debemos dar si queremos conceptualizar, diseñar y poner en marcha un plan de Transformación en nuestros centros e Instituciones y hacerlo de manera sostenida y sostenible y en el que compartimos con nuestro alumnado un conjunto de buenas prácticas de transformación educativa REAL de la mano de centros educativos, instituciones, personas y organizaciones que ya han vivido y consolidado esos procesos de cambio y los han asimilado como parte inherente a su quehacer profesional y vital.
Bueno, todo esto os lo cuento porque quería compartir con vosotros y vosotras la magia que viví y vivo cada vez que tengo el gusto de encontrarme con este equipo. Es la magia de volver a sentirme pequeño, de darme cuenta de la suerte que tengo de trabajar y aprender junto a un equipo de personas excepcionales, pero sobre todo de la suerte de vivir cada año, cada promoción del Experto, la magia de la transformación. El camino maravilloso que viven los alumnos y alumnas que poco a poco van descubriendo un secreto maravilloso que llevan dentro de ellos, que cada docente lleva dentro de sí, y que no es otro que la certeza de que la verdadera Transformación Educativa empieza en la Transformación Personal y termina en el cambio de mirada al niño, a la niña, al joven. Que sin ese cambio personal y de mirada, todas las innovaciones educativas habidas y por haber carecen de sentido, y que bajo ese cambio personal y de esencia educativa, todo adquiere sentido y el objetivo de una nueva forma de entender la Educación y de pensar en una sociedad más justa y sostenible es realmente viable.
En otro golpe de magia transformadora, el viaje a través de los distintos módulos nos acompaña a todos hacia este objetivo final. En lo que al Módulo T se refiere, buscamos entender que toda transformación pasa por comprender primero, pararse y reflexionar sobre dónde estamos y de dónde venimos, cuáles son las tendencias que nos ayudan a poner las luces largas con relación a aquello que queremos cambiar e invitamos a compartir un vocabulario común que nos ayude a entender a todos lo mismo y darle sentido a todas las reflexiones y el conocimiento compartido que sin duda se generará en las fases siguientes. También en estos primeros pasos del proceso entendemos la necesidad del equipo y tomamos conciencia de los procesos básicos de gestión de proyectos que nos ayudaran a ser rigurosos y sistemáticos en nuestra innovación. Porque, aunque a veces no lo parezca, innovación y creatividad, sistemática y gestión van de la mano y lo primero no permanece en el tiempo si no entendemos y atendemos a lo segundo.
A partir de ahí, llega el momento de soñar juntos, planificar y establecer las pautas para poder dar seguimiento, evaluar y plantear propuestas de mejora a nuestros planes de innovación. Una planificación bien diseñada que debe contemplar los responsables, equipos, tiempos y recursos necesarios para cada paso y tarea, los indicadores que nos vayan permitiendo ver si vamos por el camino adecuado y las medidas correctoras que nos ayuden a variar el rumbo en caso necesario. Pero sobre todo en esta fase debemos entender que este proceso debe nacer de una reflexión profunda sobre nuestra identidad y nuestra Misión (el por qué más profundo de nuestra tarea educativa) y desde ahí definir un modelo de persona (un perfil de alumno que dirían algunos hoy) y que habrá de convertirse desde ese momento el tamiz de toma de decisiones, de manera que nos aseguremos que realmente “ponemos al alumno en el centro” y que cada pregunta que nos hagamos sobre temas estratégicos u operativos en nuestro centro, nuestra escuela o nuestra aula, mira a ese modelo de persona y se pregunta ¿Cuál es la mejor opción para impulsarlo? O dicho de otra manera… De todas las opciones ¿Cuál responde realmente a las necesidades e intereses de nuestro alumnado?
Y ahora sí… teniendo los por qué y el modelo de persona claros, podemos dar los siguientes pasos para una transformación rigurosa y un verdadero modelo de innovación continua. Esos siguientes pasos tienen que ver con estructurar un “perfil docente”, es decir explicitar de manera clara las competencias, capacidades y conocimientos que deben tener nuestros docentes para responder a las reflexiones anteriores y que por otra parte nos permitirá evaluar a nuestros equipos, identificar sus necesidades y establecer planes de formación y acompañamiento ad hoc. Este perfil docente se convierte además en una potente herramienta de autoevaluación docente, de manera que cada profesional puede (y debe) mirarse y plantearse sus propios planes de mejora.
Una vez tengamos todo esto, estamos en disposición de abordar el último paso, estamos en disposición de diseñar verdaderas secuencias didácticas (o experiencias de aprendizaje) que en último término respondan a nuestro proyecto educativo y al modelo de sociedad en el que creemos y que, como hemos dicho, sitúen al alumnado en el eje de la transformación, por encima de otras consideraciones.
No es fácil, es retador, apasionante y requiere de unos principios sólidos, y un equipo que aúna capacidad de trabajo, disrupción, rigor e incluso sentido del humor y requiere también de unos recursos y unos tiempos adecuados… requiere de tiempos de reflexión y tiempos de acción, de momentos de pausa para poder pensar y de momentos de acción en los que llevar a nuestro día a día aquello que hemos soñado e imaginado.
Diría yo, en conclusión, que requiere de una nueva forma de entenderse como docente, de una nueva forma de SER EDUCATIVO, de profesionales capaces de vivir con la cabeza levantada en constante diálogo con su realidad, con capacidad de identificar problemas y reflexionar primero individual y luego colectivamente sobre las mejores formas de darle solución para que luego, lejos de quedarse en la simple generación de ideas, tengan el conocimiento, las capacidades y el impulso necesario para planificar y llevar a término esa solución y hacerlo además desde una visión sistémica de la educación y la institución, para que finalmente suceda algo tan sencillo y a la vez tan maravillosa como que le “pasen cosas buenas” a las personas a las que va destinada esa innovación.
Pero sobre todo requiere de entender que todo esto no es la magia de la navidad, que también… es la magia de la coherencia, de la vocación, del cambio de mirada, de la emoción de educar y del convencimiento de que otra Educación y por ende otra Sociedad, ES POSIBLE.
¿Nos acompañáis en este camino?
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