Para mejorar la convivencia escolar: aprender a perdonar

María Dolores Morales Palma, del CEIP Infante Juan Manuel (Murcia), nos cuenta cómo consiguió mejorar la convivencia escolar a través del perdón.
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oct 10, 2018
Pablo Calzado

PARA MEJORAR LA CONVIVENCIA ESCOLAR: APRENDER A PERDONAR

El término “Habilidades Sociales” es utilizado con mayor frecuencia y cada vez son menos los docentes que cuestionan los beneficios de trabajar el tema en el marco educativo, unas veces, abordándolo con la realización de actividades puntuales y otras como un contenido más, dentro de programas más amplios de Educación Emocional. El Programa de Educación Responsable es un referente y con su implementación en nuestro centro lo hemos podido trabajar de manera sistemática.

Sería conveniente ante todo clarificar la ubicación de un contenido tan especifico como es el perdón. Podríamos situarlo en las denominadas Habilidades Sociales Complejas, entre las que estarían, además, admitir la ignorancia, pedir disculpas, admitir críticas, convencer con argumentos a otros, etc.

En Educación Primaria, las relaciones interpersonales son muy frecuentes y el niño/a tiene que poner en juego una serie de competencias basadas en la relación con los demás. El desarrollo a nivel cognitivo característico de esta etapa facilita la adquisición de distintas competencias, entre ellas las más complejas (autoestima y empatía).

Comparto la creencia de que las Habilidades Sociales no son sólo comportamientos aislados, sino que están muy relacionadas con el pensamiento y con las emociones por lo que se hace necesario saber aplicarlas de manera adecuada. Asumir como propia esta idea nos obliga como docentes a dar una respuesta satisfactoria para el aprendizaje de dichas habilidades por parte de nuestros alumnos/as.

La capacidad de pedir perdón y perdonar es un concepto relativamente nuevo en terapia ya que aparece tímidamente en los años 70. No obstante, es a partir de los 90 cuando se generaliza su expresión como herramienta terapéutica.

Sirva lo expuesto hasta aquí como una breve introducción para enmarcar una vivencia personal con una alumna en torno a la dificultad que supone poner en práctica de manera genuina esa habilidad social tan compleja como es el perdón. Pero, sobre todo, resaltar los beneficios a nivel personal que se obtienen después de llevar con éxito todo el proceso.

Nuestros alumnos/as están familiarizados con los contenidos básicos de la Educación Emocional ya que estamos trabajando el programa ER desde el curso 2014-15. Aunque se han conseguido muchos objetivos, todavía persisten entre nuestro alumnado demasiados conflictos personales que ponen de manifiesto la necesidad de seguir proporcionándoles experiencias y técnicas para la resolución positiva de aquéllos. Esta es la finalidad de la experiencia que quiero compartir aquí.

Sumariamente, en el escenario de partida encontramos dos alumnas de cursos distintos (5º y 6º) pero que comparten espacios y tiempos comunes (recreo, comedor, actividades complementarias y extraescolares, etc.) y que presentan dificultades en sus relaciones personales de forma abierta. Los conflictos entre ellas son frecuentes. Sobre todo, una de ellas tiene dificultades para respetar las normas básicas de la relación con los otros en general y con la otra alumna en particular utilizando el grito, el insulto y actitudes de superioridad en su trato. Además, es preciso señalar que entre ambas hay un choque por razones culturales. La intensidad de uno de los conflictos hizo que el padre de una de ellas acudiera al centro para informarse y corroborar los hechos. Acordamos que, entre otras medidas correctoras, la compañera le pediría perdón a su hija por lo sucedido.

La tutora de la niña en cuestión inició el proceso de pedir perdón, pero ante la negativa de ésta me pidió que yo mediara en el conflicto. Continuamos con el proceso sin éxito, por lo que decidimos que en lugar de pedir perdón le ofrecería respeto a partir de ese momento. Cual fue nuestra sorpresa que cuando tuvo delante a la compañera, con lágrimas en los ojos, no sólo le pidió perdón, sino que también le dijo expresamente que estaba arrepentida. 

Tras el oportuno reconocimiento del acto de valentía que había realizado (en su etnia pedir perdón es símbolo de debilidad) le dije que le iba a hacer un cuento a partir de lo sucedido y que ella sería la protagonista, motivo por el cual necesitaba su ayuda. Se mostró encantada con la propuesta.

Creo que la acción explicita del perdón no es el final del proceso sino la oficialización del inicio de éste, por lo que decidí utilizar el recurso de la creación del cuento para, tras analizar la conducta, profundizar en el papel que han jugado las circunstancias personales en la misma. Intenté que la protagonista tuviera las mismas emociones y sentimientos que, yo intuía, ella podía sentir por sus vivencias desfavorables. Ambas nos quitamos nuestras caretas de “maestra estupenda y alumna perversa” y dejamos que hablaran cara a cara las emociones. Ambas nos dimos cuenta, tras esa verdadera catarsis, que ayuda mucho para que entendamos determinadas conductas ser capaces de identificar las emociones que subyacen a las mismas. Y ambas nos dimos cuenta de que la respuesta a la pregunta de Esperanza, la protagonista: - Y ¿Ahora qué hago?  Es sin lugar a duda: - “Seguir aprendiendo a gestionar nuestras emociones”.

Pensé que aquella experiencia tan intensa, nos podría servir para dar a conocer al resto del alumnado que la buena práctica del perdón es un facilitador del diálogo, de la calidad de las relaciones personales y de la convivencia.

Ese mismo día, y con el permiso de Esperanza, hice una lectura dramatizada del cuento a todos los alumnos/as del centro. Les motivó hasta el punto de que se fundó “El club de los valientes del perdón” en el que Esperanza sería la presidenta.

Reflexionando sobre lo ocurrido pensé que el cuento podría ser un buen material para trabajar el tema del perdón con nuestros alumnos/as por lo que me decidí a autopublicarlo con el título de La mochila que no pesa (María Dolores Morales Palma, autora, y Cristina Guillén Ruiz de Peralta, ilustradora),  2018, editado en Murcia por Diego Marín.

Os animo a introducir la disculpa asertiva y el perdón como una herramienta más para la mejora de la Convivencia Escolar.

 

María Dolores Morales Palma
Coordinadora del Programa Educación Responsable en el CEIP Infante Juan Manuel (Murcia)
 

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