¿Quiénes son los músicos?

Esteban Sanz Vélez. Compositor, director de coro, pedagogo. Especialista en música del Área de Educacion de la Fundación Botín.
feb 18, 2014
Esteban Sanz Vélez

La música puede ser fuente de placer, enriquecimiento personal, bienestar y felicidad a lo largo de toda nuestra vida, estemos donde estemos, nos suceda lo que nos suceda en cada momento. Muchas personas creen que la música, en particular la música clásica, es cosa de músicos o, como poco, de entendidos, de conocedores (“Yo es que no entiendo nada de música”; “Yo es que tengo un oído enfrente del otro”?); en cualquier caso, algo más o menos decorativo, de fondo; algo que no está mal, pero a lo que no se presta demasiada atención? Sin embargo, la música es cosa de todos nosotros. Es un acogedor hogar que está ahí, esperándonos siempre para confortarnos, ya seamos músicos de profesión, zapateros, empleados de banca o médicos; estemos sanos o enfermos; seamos bebés, chicos, adolescentes, madres o ancianos; tanto si nuestro carácter es pausado como si somos inquietos? Puedo decir lo mismo de otro modo: De acuerdo, la música es cosa de músicos, pero es que TODOS SOMOS MÚSICOS.

Música, Fundación Botín

 

El pasado día 26 de enero se celebró en la Fundación Botín de Santander la primera sesión de Conciertos en Familia de este año 2014. Resultó una experiencia preciosa para mí ver cómo los chicos (desde bebés hasta preadolescentes), los padres, los abuelos, disfrutaban juntos de unas músicas de Tomás Bretón y Enrique Granados interpretadas de manera conmovedora por el Trío Gombau, formado por el violinista Carlos Benito de la Gala, el violonchelista Alberto Gorrochategui, y el pianista Carlos Galán. Los Conciertos en Familia se enmarcan en la propuesta Domingos de Arte y Juego en Familia, que incluye también actividades plásticas y teatrales, en una iniciativa que la Fundación Botín viene programando desde hace ya algunos años. La tarea de mediación en estos conciertos fue llevada a cabo hasta el año pasado por Luciano González Sarmiento y me toca ahora a mí tomar el relevo de manos de este brillante músico y pedagogo. Nos quedan todavía hasta junio otros cuatro conciertos. El próximo será el domingo 23 de febrero, como siempre a las 12 hs. Lo hemos titulado Princesas, jardines encantados? La música imaginativa, pues ofrecerá obras para dos pianos de Claude Debussy y de Maurice Ravel tan sugerentes para toda la familia como Ma mere L”oye (Mi madre la oca), de este último.

En el mencionado concierto del pasado día 26, los asistentes no “oyeron” música, como tampoco siguieron unas explicaciones históricas o estéticas que les ayudaron a “entender” las músicas interpretadas. Desde luego, como en todo concierto, se oyó música, y al haber un presentador este aludió seguramente a más de un aspecto técnico, histórico, estético relacionado con el programa de aquel día. Pero lo sustancial de la sesión fue que los asistentes, niños, padres, abuelos, hicieron música. Sí; escucharon sonidos, interpretaron ritmos, cantaron, expresaron y compartieron sensaciones y emociones musicales, es decir, fueron músicos. Y sintieron en su propio cuerpo, de manera física y también espiritual, al menos por lo que yo percibí, que la música puede ser un buen camino. Porque no necesitamos entender la música, cualquier música, del estilo que sea. Solo tenemos que abrirnos a ella y dejarnos sentir. Sentir para entender.

¿Todos somos músicos? No es una afirmación caprichosa, una frase bonita, ¿un sugerente slogan? Los investigadores llevan mucho tiempo preguntándose por qué la música aparece en todas las culturas y rincones de nuestro planeta, en todas las épocas desde la más remota. Verdaderamente se trata de algo llamativo pues, a diferencia de la comida o el sexo, la música no parece cumplir una función de supervivencia de la especie que justifique tal universalidad. En los últimos diez, quince años, con el avance que en neurociencia ha supuesto el empleo de novedosas técnicas como la resonancia magnética y otras similares, los neurocientíficos van consiguiendo poco a poco atar cabos. Con esos dispositivos pueden ver qué zona del cerebro se activa según qué música estemos oyendo o interpretando; qué registro emocional se nos despierta y resuena en función de unos sonidos u otros? Falta mucho por conocer pero las conclusiones provisionales son sorprendentes (o no tanto): Nuestro cerebro funciona de una manera muy musical. Estamos construidos de la forma en que nuestro lenguaje primordial, tan parecido a una suerte de música, nos ha ido modelando como especie. Sí, cada vez cabe menor duda: Somos criaturas muy musicales. A mí me gusta decirlo de esta forma: Todos somos músicos. Nuestros corazones están hechos de las propias vibraciones del mundo de los sonidos. Y cuanto más puro es un sonido más luz irradia. Somos música.

Referencias: KOELSCH, Stefan. (2012). Brain and Music. Chichester, UK: Wiley-Blackwell

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