Un homenaje a la figura del docente en La Educación que queremos
¡Gracias a tí! por Mª Lourdes Alcalá Ibáñez
Participo en este ciclo de conferencias LA EDUCACIÓN QUE QUEREMOS para mostrar mi testimonio como Inspectora de Educación, pero también mi experiencia de lo que soy y más, hablando de maestros y maestras. Gracias Javier y Adriana por confiar en mí.
Algunos de vosotros os estaréis preguntando que trabajo desarrolla una inspectora de educación. Los inspectores somos bastante desconocidos para la sociedad, por eso cuando voy a un centro educativo me gusta preguntar a los alumnos sobre esta profesión. Lo cierto es que se quedan pensando, y tan solo algunos contestan que nos dedicamos a inspeccionar las escuelas, a visitarlas… Yo siempre les contesto que trabajo para que ellos tengan las mejores condiciones para aprender y son unos privilegiados porque no todos los niños tienen una escuela como la de ellos. Por tanto, que aprovechen y aprendan porque no hay nada más emocionante.
En realidad, los inspectores hacemos de puente entre la Administración y la escuela. Somos nexo de unión y enlace con la realidad educativa de los centros. Por las funciones que la ley nos atribuye, somos garantes de derecho de toda la comunidad educativa, pero también acompañamos a los centros impulsando proyectos.
Ya en sus orígenes, cuando en el siglo XIX se creó el cuerpo de Inspectores de Educación, en el preámbulo del Decreto ya decía que la administración sin los inspectores nada ve, nada sabe, nada puede remediar.
Hoy sigue vigente esa finalidad de conocer la escuela y sus demandas, para poder legislar de forma acorde a sus necesidades.
Las actuaciones de la inspección están basadas en una relación continuada y una comunicación constante con los centros, que se ve reforzada con nuestra presencia en los mismos. De ahí nuestro conocimiento de la vida de las escuelas, de su organización, planificación pedagógica y proyectos que desarrollan.
Mi mayor potencial como inspectora lo desarrollo en las visitas a los centros y en ese contacto directo con los equipos directivos y docentes, con los que comparto el reto de lograr juntos una educación eficaz, que brinde a los alumnos nuevas formas de aprender, que vayan más allá de adquirir conocimientos, que aprendan a pensar y a sentir. En definitiva, que los niños/as sean personas competentes y abiertas a los cambios.
Desde siempre he tenido claro y desde que soy inspectora lo veo más claro, que la escuela la forman personas. Fundamentalmente: maestros/as, alumnos/as y familias.
Un triángulo mágico que lideran los maestros construyendo relaciones de confianza con las familias, buscando puntos de encuentro que permitan compartir aquellos proyectos educativos que tienen como propósito que los alumnos sientan las escuela como propia y aprendan a desarrollar sus talentos. Lo que desde luego supone un mayor esfuerzo que solo plantearse enseñar.
Sabemos que los docentes son un factor determinante en la calidad educativa y el rendimiento escolar de los alumnos. Así lo confirman distintos informes internacionales. Es cierto, es una realidad que los maestros son agentes privilegiados del sistema educativo porque son los que están con los alumnos, y por eso del papel que desarrollen dependerá la aplicación de una ley educativa, la efectividad de cualquier proceso de cambio educativo propuesto o que los currículos lleguen al aula y la transforme.
Para lograr el gran reto que tienen encomendado están apoyados y acompañados por la Administración, con asesoramiento y formación. Y ahí estamos los inspectores.
Visito escuelas que solo al entrar se observa un ambiente seguro, alegre, cercano y me doy cuenta que sus maestros, sin olvidar la exigencia y el rigor del trabajo bien hecho, han logrado que la escuela sea un lugar donde los alumnos y alumnas se sienten queridos. Cuando conocí el colegio Monserrat, uno de los centros más prestigiosos de España, me llamó mucho la atención un lema que tenían en la entrada, que decía “La mejor innovación es querer a tus alumnos”. Pues bien, es un hecho en muchas escuelas y ese poder solo lo tienen los maestros. Así pues, sabemos que hay maestros y maestras que transforman a sus alumnos acompañándolos en su desarrollo vital.
Por ello, permitidme agradecer la labor que desarrollan todos esos docentes que en el día a día, de forma silenciosa y discreta trabajan con, para y por sus alumnos. Teniendo altas expectativas sobre su aprendizaje; enseñándoles a disfrutar de su infancia; con clases inclusivas que los preparan para un futuro incierto y cambiante, transmitiéndoles valores universales como son el respeto, el amor y la gratitud. Me quiero acordar de todos los maestros que están convencidos de serlo, que cada año tienen nuevos alumnos y hacen el milagro de ser capaces de mirarlos a los ojos, de aprenderse sus nombres, de entenderles y de y preguntarse qué es lo mejor para cada uno de ellos. A todos esos maestros que viven la educación con pasión, dedicación y entrega, lo que les hace ser modelo y ejemplo para sus alumnos, permitiéndoles soñar abriendo sus pequeños ojos a un mundo por descubrir. A veces me pregunto, si hay algún oficio más maravilloso que ser maestro, aun a pesar de las dificultades que tienen cada curso, no se me ocurre otra que nos permita compartir nuestros lo que sabemos, lo que somos y los sentimos, con esas personitas que un día esperamos que sean ciudadanos críticos, con unos valores que seguro tendrán mucho que ver con la educación que han recibido.
Y, por último, quiero pediros que penséis por unos segundos en aquel maestro o maestra que ha dejado huella en vosotros, que ha sido un ejemplo a seguir. En mi caso, mi reconocimiento a mis maestros y maestras de la escuela rural de mi pueblo, que no solo me inculcaron la ilusión por aprender sino por enseñar. Por ellos, desde pequeña jugaba a ser maestra y se hizo realidad porque encontré en la universidad profesores que enseñaron a amar la pedagogía.
Por ellos estoy hoy aquí porque hacen realidad el deseo de maestro hace más de un siglo en Teruel, mi tierra y que decía así: En la escuela se forma la aristocracia del cerebro y la democracia del corazón. Y solo lo pueden hacer posible los maestros y maestras.
GRACIAS
Mª Lourdes Alcalá Ibáñez
Inspectora de educación
¡Gracias a tí! por Elena Nebreda
Estoy muy emocionada y muy agradecida porque la Fundación haya contado conmigo en este día tan mágico. Este es mi último curso, la última curva de mi vida laboral, y es muy grato poder compartir con vosotros algo de lo que aprendí en la Escuela en todos estos años.
Los amigos de Botín me piden que explique cómo se ve desde la Dirección de un Cole a los maestros, y qué nos gustaría encontrarnos entre los Claustros. Me preguntan cómo cuidarlos y de qué manera trabajar con ellos. La respuesta es fácil, creo. Un Director no es sino un maestro más; con algunas tareas diferentes, pero docente y compañero. Por eso, le daré la vuelta al encargo y os contaré (si me lo permitís…) lo que a todos nos gustaría encontrar en la Dirección, en un Equipo Directivo. Lo que debemos esperar de los maestros Directores.
Queremos una persona que genere confianza, porque la confianza genera esperanza; y la esperanza, un clima de paz alegre. Un ser humano que nos anime a hacer cosas nuevas, que nos proporcione las alas para conseguirlo, que se fie de nuestro criterio y de nuestra capacidad. Que quiera una Escuela diversa, estimulante, respetuosa, humana y humanística, alegre. Viva.
Los maestros queremos un Director que luche por una Escuela seria. Seria y divertida. Porque lo serio no es lo contrario de lo divertido, sino de lo tedioso. Queremos un Equipo Directivo que conozca a todos y cada uno de los miembros de la Comunidad, y que además, los llame por su nombre. Nos encantaría que sonriese, que fuera cordial, sinceramente cortés, prudente. Que aprenda a diario. Y tenga muy presente que él sabe lo que sabe; pero no sabe lo que quizás otros sí. Un “Jefe” que elogie generosamente, puesto que debe exigir profusamente. Sería maravilloso un Dire, una Dire, que no vea en cada cosa un conflicto, sino una solución esperando ser encontrada. Encontrada entre todos. Sería muy bueno que captase los sentimientos de los inhibidos, mediase con los agresivos, aprendiera de los asertivos.
Los maestros tenemos derecho a desear un Director que tenga tiempo, que aparque los papeles para atender a las personas. Nos gustaría ver la puerta de su despacho abierta, no encontrarlo siempre ocupado, estresado, agobiado, ausente. Que no pierda de vista la idea de que él eligió estar ahí.
Los profes, las familias, los alumnos, estamos deseando contar con una Dirección, que pida disculpas cuando toque. Un compañero director seguro de sí mismo e inteligente. Todos los que estamos aquí sabemos que la inteligencia y el autoritarismo no hacen buena pareja… Los docentes necesitamos Equipos Directivos que consensuen, arbitren y recojan acuerdos que hacer respetar. No es malo que expresen sus limitaciones y soliciten ayuda. Esperamos de ellos que se enfrenten a los enfados del otro y lo resuelvan con miel, en vez de con hiel. Que sean implacables con los deshonestos y descreídos, con los tóxicos y soberbios, y que reconduzcan todas estas energías en fuerzas positivas y constructivas.
Escucho a menudo en algunos ámbitos “yo no voy al trabajo a hacer amigos”… Bueno… pero es evidente que la vinculación afectiva y emocional ejerce un impacto definitivo, favorable o no, en el mejor Proyecto Educativo. Yo siempre digo que “el papel lo soporta todo” Pero que detrás hay almas vivas, que conforman equipos, torpes o inteligentes. ¿No os parece , Directores, Directoras, que merece la pena pensar en dónde estamos poniendo la energía y la mejora? Un Proyecto no deja de ser un tratado de intenciones. Será magnífico y útil, o no, en función de que detrás haya gente confiada, escuchada, que se sientan elementos indispensables y perciban su tarea como imprescindible y valorada. Que sepan que cada uno de ellos, es el mejor en algo. Podemos lograr grandes metas sin recursos materiales muy sofisticados; Pero nunca sin un clima escolar tejido por profesionales “grandes”. Y fijaos que no digo grandes profesionales.
La Escuela es una organización, y como tal, tiene una identidad, una estructura, bla, bla… pero no podemos olvidar que su articulación interna incluye un universo personal.
Si un Equipo Directivo no tiene la capacidad de conducir, la ciencia de organizar y el arte de prever, todo se desmoronará como un castillo de naipes.
Es vital que un maestro Director , asimile la idea de que todas las personas que conoce, sin excepción, son superiores a él en algún sentido, y que es ese rasgo el que debe aprender. Si no comparte la idea de que él no es más inteligente que todos nosotros juntos, que el peor de los equipos resuelve a veces mejor un tema que uno solo de sus miembros, vamos por la ruta equivocada.
Sabéis que los niños aprenden más y mejor de los adultos a quien aman, ¿verdad? Qué nos hace pensar entonces que los adultos necesitamos también el binomio amor más técnica para desarrollarnos en todo nuestro potencial? Nuestros equipos de trabajo funcionan muy bien por múltiples razones. Pero una de las razones más poderosas es porque nos queremos. Si. ¿Suena cursi? Pues es la verdad. Yo siempre he creído que si no eres feliz en el Cole , desempeñando tu trabajo es porque estás haciendo algo mal. Esta afirmación suele descolocar. ¿Yo? ¿Mal? ¡Solo faltaba! Son los críos, las familias, Inspección, El dire,.. Pues si, creedme. Estamos gestionando mal nuestras HHSS , nuestra Inteligencia y nuestras destrezas emocionales.
Queremos un Cole, un equipo, una comunidad educativa, donde se nos permita propiciar que la alegría tenga su libre expresión, pero también la frustración o el desaliento. A nosotros nos gusta decir “Ubuntu”, una palabra del swahili que significa “todos somos uno”. Lo que ES el maestro es más importante que lo que enseña. Lo que ES un Director es mucho más importante que su cargo, y su primera obligación es tener en su horizonte diario una meta; lograr que todos los miembros de la comunidad se sientan seguros, felices, crear un clima donde nadie se sienta huérfano ni espectador y sí parte del sueño maravilloso de luchar por una infancia mejor.
Muchísimas gracias
Elena Nebreda
Directora del CEIP República de Panamá, Madrid.
¡Gracias a tí! Por Ferrán Riera
Sé que tengo 10 minutos. No es fácil cuando hay tanto que agradecer. Así que voy a estructurar mi intervención haciéndola discurrir por diez agradecimientos (uno por minuto) sabiendo que la tiranía del cronómetro me obliga a escoger unos aspectos de mi experiencia educativa y soslayar otros. Os pido disculpas por adelantado por todo aquello que debería aparecer en un acto de agradecimiento al mundo educativo y que dejaré en el margen.
En primer lugar, como no puede ser de otro modo, quiero agradecer a la Fundación Botín la organización de este acto así como que haya contado conmigo para participar en él.
Yo soy Ingeniero de formación. Cuando acabé COU no sabía que estudiar. Me gustaban muchas cosas, quería ser periodista, músico, físico… la orientadora de mi instituto me dijo: “No hagas esas cosas, acabarás de profesor”. Así que ahí va mi segundo agradecimiento. Para lo orientadora de mi instituto.
Empecé a estudiar la Ingeniería con la idea de que ganaría dinero, tendría una casa cerca del mar con piscina, chimenea y un 4x4 en la puerta. Ahora tengo sueldo de profesor, vivo en un piso a 100 km de la costa, sin piscina, ni chimenea, ni 4x4…. pero estoy contento.
Acabé los estudios y me dieron la oportunidad de dar clase de física y electrónica en primero de Ingeniería. Allí descubrí mi vocación. Los alumnos que me llegaban eran como trozos de carne que se dedicaban a copiar pizarras. Me empecé a preguntar ¿qué les habría pasado en la secundaria y en el bachillerato a aquellos chicos? ¿por qué llegaban con el deseo de aprender muerto? Así que decidí ir a enseñar a un colegio de secundaria. El tercer agradecimiento es pues para aquellos alumnos (Àlex, Óscar, Carlos, Bea….) de primero de Ingeniería que provocaron en mi aquel dolor y despertaron en mi interior el deseo de educar.
De estos 23 años que llevo de profesor muchas son las anécdotas que podría contar. He visto muchos chicos salir adelante, dejando atrás una vida difícil. Pero también he visto a muchos otros no hacerlo e incluso les he visto caer en un pozo sin fondo aparente.
A los primeros les tengo que agradecer (ya van cuatro) la felicidad que me han dado y a los segundos les debo mi quinto agradecimiento pues han sido los que más me han ayudado a comprender lo que para mí es el núcleo de la tarea educativa, una comprensión que podría sintetizar en cuatro puntos. A saber:
- La educación es el arte de los intentos. No se trata de acertar! Educa el adulto que ante el chaval no ceja en el intento de inventarse, si hace falta, el camino para llegar a él.
- No educa un hombre o una mujer genial. Para educar se necesita todo un pueblo (Papa Francisco). Aquí incluyo el sexto de mis agradecimientos al pueblo al que pertenezco y con el que he podido dedicarme a la educación, agradecimiento a mis compañeros de profesión, a las direcciones que he tenido, a las familias, a la administración que lo ha hecho posible, a mi país, a la tradición de occidente… y como no, en el centro a mis padres y a mis profesores. A todos por formar parte de ese pueblo!
- Esto es de San Agustín: “No educa lo que dices. Tampoco lo que haces. Educa las razones por las que das la vida.”
- Educar es, sobretodo, dar un marco de comparación para que los alumnos puedan siempre comparar lo que viven con lo recibido, con la promesa que había en lo que les decíamos. Se trata de darles un espacio de Belleza para que ellos puedan saber que la Belleza, vivan lo que vivan (cuando lleguen tiempos difíciles también), es posible.
Introduzco aquí mi séptimo agradecimiento al propio camino hecho. Nadie puede dar, proponer, ese marco de Belleza si él mismo no la vive en un camino. Nadie puede amar su vida y lo que en ella encuentra sin amar el camino que allí le lleva.
Este camino ha estado repleto de Belleza y también de dolor. El maestro aprende que la Belleza no está reñida con el dolor. Tantas veces van entrelazados, por eso decimos y experimentamos que “la verdadera Belleza hiere”. Debo un profundo agradecimiento, el octavo, a mi familia y a mis amigos. Ellos han sido los que me han acompañado cercanamente en este camino hecho de Belleza y dolor y es gracias a su presencia que el sentimiento que predomina es precisamente este, la gratitud.
Viktor Frankl, al que conoceréis por su célebre obra “El hombre en busca de sentido” llegado el día de cumpleaños de su amada esposa le escribió: “En este día tan especial deseo para mí que seas tú misma”
Yo doy gracias (noveno agradecimiento) cada día cuando cruzo el umbral del aula. Allí hay alguien que me espera para que le pueda decir lo mismo que decía Frankl: “deseo para mí que cada uno de vosotros sea él mismo!”
Acabo.
Lo sepamos o no, los maestros cuando entramos en el aula respondemos a una voz que nos llama a través de nuestros alumnos. Cada uno puede dar el nombre que quiera a esa voz pero no puede dejar de conocerla. A esa voz le debemos agradecer (y aquí va el décimo y último) que el aula se haya convertido en el lugar donde también nosotros, cada uno de nosotros, pueda llegar a ser él mismo.
Muchas gracias
Ferrán Riera
Profesor y director